Hace algunos años oí que desaparecerían las bolsas de
plástico, es decir, que en las tiendas se volvería al esportillo y al cartucho
de papel. Esto puede ser un poco exagerado, pero no estaría de más que fuéramos adoptando aquella
vieja costumbre.
Para ir a la compra había, más o menos, los siguientes
sistemas: el esportillo citado, que consistía en una espuerta pequeña hecha de
anea o espadaña que, en el caso de Grandas, llamábamos esparto, como a la suela
de las alpargatas. Estos esportillos eran de forma troncocónica, con el culo
más estrecho que la boca, donde tejían unas pequeñas asas cilíndricas del mismo
material, algo muy parecido a la empleita de las Islas Canarias de la que fabricaban
el cordón para tejer. Tal y como ya dijimos, este esportillo era algo más
pequeño que la espuerta y no solía durar mucho, aunque sí era compacto y
soportaba bien el trato al que era sometido. Su precio, que no puedo precisar,
no debía ser muy alto pues rondaría las tres o cuatro pesetas.
Se usaban también envases de papel que llamábamos cartuchos y
había de todos los tamaños según necesidades.
Fue en aquellos tiempos en que todo producto comestible
venía a granel. Sacos, bolsas de yute y esparto servían de contenedor de las
distintas mercancías: arroz, café, azúcar, garbanzos…Solo los caramelos, con su
papel celofán, y las galletas y rosquillas estaban envasados en su
correspondiente envoltorio, tan llamativos que a los niños que hacíamos los
recados nos despertaba la envidia a los pudientes. Lo que no se excluye es que
de viejos tengamos la misma obligación pero sin antojos.
Dentro de aquellos humildes medios de transporte, existían
unas bolsas de cuero usadas para la compra en las tiendas de ultramarinos, que
estaban hechas de pequeños trozos de cuero triangulares o cuadrados cosidos
entre sí. Me imagino que eran recortes de otro producto
fabricado, pero nunca
pude saber de qué.
No nos olvidemos que el aceite se servía al comercio en
bidones o envases metálicos, por lo tanto, era también a granel igual que el
vino que era servido en bocois,
barricas, etc. La expendeduría de estos productos se hacía por medio de las
botellas que el cliente tenía de su propiedad.
No cito aquí los pellejos o colodras que los arrieros
cargaban en sus acémilas.
En la era de las bolsas, del plástico y en la que todo parece aséptico,
hablar de otros medios parece puro primitivismo. Sin embargo, recuerden que en
el Atlántico ya hay una concentración de estos
materiales mayor que la Península Ibérica.
Parece ser que a este desaguisado se le llama progreso
cuando es solo hecatombe. Algún día
alguien tomará medidas, pero seguro que será tarde.
Haxa salú