jueves, 12 de septiembre de 2013

Intervención en el RIDEA. Presentación del libro "Cuando los Ferreiros Forjan Museos. Diario de un Quijote"




11 de septiembre de 2013


Hace poco leí, entre otras cosas, un libro de Jesús Mosterín. Se titula “La Cultura Humana”, y en él se describe algo muy interesante: Cultura y tradición. Dice: La información transmitida genéticamente a un individuo, mediante los gametos de sus progenitores e  inscrita en sus propios genomas no forma parte de su propia cultura por definición.

Resalto este párrafo, porque entiendo que lo que hice en el Museo de Grandas, fue recrear aquello que de alguna manera, conocía por tradición. Así que el elemento cultural que podía añadírsele a esta fórmula magistral, sólo equivale a lo que desde generaciones fue trasmitiéndoseme genéticamente. ¡Hombre! Mejor habría sido que este saber, estuviera en compañía de algo que culturalmente salpimentara el guiso. El condimento, bien usado, jamás estropea una olla.

Esto me recuerda aquel cuento que oía en la fragua de mi padre, sobre el examen que cierto sacerdote moscón dirigía a una vieja, preguntándole:
 -¿Cuántos dioses hay?- 
A lo que contestó la anciana:
-Hay cuatro.
-Acertó Usted- le dijo el clérigo.
-Pues verá, Sr. Cura, díxenllo a bulto.
-¡Así le salió!

Es posible que se pudiera haber hecho mejor, pero unde nun hay nun se pode sacar. Así que en este libro que hoy presentamos aquí, está la resumida historia de aquel diario acontecer. Los avatares y, por qué no, la realidad de un momento de mi vida. La lucha de un David contra aquel gigante; contra aquel engreído poder, que en manos sátrapas y pícaros que se creían por encima de todo,  imitaban al perro del hortelano que ni come ni deja comer. Estos déspotas cancerberos, convertidos en vigilantes de su silla; que no dudaron en perseguir aquello que es posible no entendieran, por el sencillo hecho de ser un ferreiro el que laboraba. Ferreiro que por cierto, no pertenece a la clá, y he aquí otra de las causas de la aversión hacia él.

Pero  como esto no tiene ningún valor, al igual que el de esos zorros que por desgracia sufrimos, centremos la atención en los apuntes que aquí presentamos; no sin antes dirigir otro airado ataque, para decir algo de la decadencia. La decadencia de una tierra, que ni siquiera conserva esos valores genéticos. En la que sólo queda un paisaje yermo; mentalmente estéril, en el que sus habitantes se ven convertidos en autómatas dirigidos por la inepcia. De nada sirvió la catarsis que sufrimos tras el sistema que en su día criticamos, pues un mal se curó con otro peor, por reducción, o sea mayor: La corrupción, la mentira, el fraude de estos que parecían de tierra de intrépidos y tenemos, en consecuencia, merecedores representantes. Pícaros chamarileros, dignos de la mejor comedia de marionetas, aunque muevan torpemente los hilos de la España de una “unidad de  destino en lo universal” (como la sienten).

Y ahora sí que vamos a ir al hecho. Al libro que nos muestra que lo escrito fue transmitido por los ancestros. No esperen encontrar en él un ilustrado ferreiro que expresa con soltura sus ideas. No aparece el literato que cuenta correctamente sus memorias. Es el resultado de una experiencia, que bien o mal, relata la historia de un proyecto más o menos acertado. Nuestra historia o la de una comarca, que de no ser así, quedaría su recuerdo en el olvido.

También se encontrarán con los apuros de un niño, nacido en la posguerra, al que ni siquiera su Dios, o sus representantes, tenían en cuenta.

El infortunio de un pueblo al que las aguas inundó, y en pago a los únicos habitantes de aquel caserío, los dejó sin energía eléctrica. Salime, a 700 metros de la presa, sigue en el siglo XXI privado de la luz eléctrica. Sólo la luz solar durante el día, y después… ¡qué se arreglen como puedan! Al igual que los accionistas se conforman con las ganancias que la central hidroeléctrica genera…

¿Cómo se logró que de ese pueblo flotaran las piedras de sus casas y hoy estén integradas en el Museo?

¿Recuerdan aquella fábula de un rocinante que al pastar interpretó la tragedia de  Alfredo y Violeta de Verdi? Bueno, pues así también se descubrió, por casualidad, el Castro del Chao Samartín, en Grandas de Salime. Sólo que cuando un jumento, como el ferreiro, pasta, sólo se convierte en tragedia lo que toca. La arqueología es otra cosa…

Descubrirán cómo era una tienda de ultramarinos; La vida de unos  pobres maestros de escuela que no ganaban para comer y aún así daban clase…. Que una capilla representa algo más que el lugar de culto.

Un enorme castaño en Salime que era tan portentoso que se mereció la admiración de todo aquel que conoció su envergadura…

Los museos como negocio. Pero sobre todo, un negocio ruinoso para el autor.

Se narra aquí como, gracias a unos amigos, se pudo sacar adelante ese Museo que tanto molestaba a los de la sinecura y bicoca ¿cultural?

Hallarán una idea particular de un ferreiro que busca, además de la similitud de unos linajes, la posible autoría de aquel orfebre del hierro, que nadie sabe de dónde procede; pero su obra es idéntica en la catedral de Lugo, la iglesia de Tineo y la colegiata de Grandas.

¡Y cómo no! El probe teixo del Valledor, que la insensatez humana y la indiferencia del mosén de la parroquia acabaron con él. Y digo impasibilidad ¡porque ellos, al menos, debían saber lo que ocurría! Allá se fue, aunque en el Museo perdure su historia.

En este libro se encontrarán la historia del reloj del ayuntamiento de Grandas. Poco importa que el regidor y sus munícipes hayan perdido la hora. La compostura, al menos su cronómetro, la conserva. Por cierto, cumplió 110 años este cronógrafo ¡y más veces perdió el tiempo o tuvo lapsus!

Lo de los lobos es sólo un cuento. No hay porqué asustarse…

Y ya para terminar, digamos que cuando los ferreiros forjan museos, se puede quemar un poco del hierro en la forxa y algo más de su estructura al golpearlo, pero al menos, en la forma algo queda ¡Algún golpe acertado habrá dado!....

Finalizo ya, dando las gracias a todos ustedes por estar aquí presentes. Dar las gracias al RIDEA por permitirlo. Y de forma muy especial, a los que colaboraron es este libro y en la creación y continuidad del Museo. Sin ellos me hubiera sido imposible hacerlo, por buen forjador que se fuera.

Gracias de nuevo. Haxa salú

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