martes, 5 de octubre de 2010

El Bao

Digamos toda la verdad sobre este conflictivo punto de la carretera 634, a su paso por el lugar, que sirve para que los mentirosos políticos que gobiernan Asturias, nos engañen como si todos los asturianos del Occidente fuéramos ilusos. Esta puede ser sólo mi verdad, pero lo que sí puedo decir es que fue la que vi el domingo in situ.

Miren Ustedes: el río Barayo, en las proximidades de la obstrucción, provocada al parecer por ramas y piedras, discurre bajo dos puentes. El primero (según un informante) data del Siglo XV ó XVI. Poco importa este dato porque al fin y al cabo lo que se pretende decir es que jamás provocó una inundación desde que fue construido. El segundo, bajo la vieja carretera, gracias al cielo no fue proyectado por los actuales “genios” trevínicos; que mal haya hora dirige un “buen-día”. Conclusión: un puente de 500 años; el segundo más de siglo y medio. Ahí siguen para dar una lección de cómo hacer bien las cosas; y al menos si esto no lo entienden, para que se hagan humildes nuestros falaces e hipócritas gobernantes.

Y ahora nombres: Sr. Trevín, Sr. Buendía ¿Quieren Ustedes que un ferreiro les diga cómo se soluciona el problema, y entre los tres hagamos un puente? Bueno, entre los tres, cinco canteros, ocho peones, un delineante y un ingeniero. Con esto no es que bajen mucho las cifras del paro pero el puente lo hacemos. Ah, otra cosa: como es natural se necesita un encargado. Me ofrezco yo porque Ustedes no tienen ni idea. Además no vaya a ser que se enchufen ya, antes de empezar la obra.

Y ahora la mendacidad con la que pretende embaucarnos esa Administración Regional: la Reserva Natural de Barayo está limitada por el mar y la carretera donde los ineficaces ojos de paso de agua provocaron la inundación del Bao. ¡así que ese embuste no cuela! Los ecologistas, que Ustedes Señores del mal hacer, usan de escudo, no impiden que se haga de nuevo el puente en esa recién estrenada vía, que por cierto no duró quince años. Claro que la desgracia podían haberla empeorado: dejar el “embalse” y restablecer el paso con una barcaza de orilla a orilla. Como en el embalse de Salime. En éste cubrieron cinco puentes y sólo reconstruyeron uno. ¡Dios mío que chusma debemos soportar! ¡Y que a esto le llamen democracia, cuando el pueblo nada pinta y sólo le queda aguantar estoicamente a los engreídos! O diremos que los sátrapas gobiernan con astucia e inteligencia; y que son unos déspotas que aprovechan, en su beneficio, el poder.

Otra cosa más: el día de autos nos reunimos allí unas doscientas personas, en un manifestación sin incidentes, excepto que un agente de la Guardia Civil, máquina en ristre, nos fotografió uno a uno, como en los viejos tiempos del franquismo, que tomaban la filiación a todo aquél que pudiera ser un elemento subversivo. A los únicos que no fotografiaron fue a alcaldes de la comarca; pues no estaban presentes ninguno de ellos. Después de aquel reivindicativo, y de justicia, acto de atención hacia ese problema, cierto alcalde declaró en la Nueva España, que él no acudió por considerarlo un hecho político. ¡Es una lástima que el ahora edil, corregidor e histrión alcalde no recuerde cuando se subía a las chimeneas por un caso menos grave!.
Pero sigamos con más denuncias: El Palacio de Lienes en Armental, Navia fue declarado Bien de Interés Cultural, el 12 de abril de 1995, siendo presidente del Principado el Sr. Trevín Lomban, y con el informe favorable de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Universidad de Oviedo. Así mismo, el Castro que bordea la montaña, por cierto, catalogado e inventariado por Cultura, junto con el Palacio, forman un conjunto que será, al parecer, afectado por las excavaciones del trazado de la vía del ferrocarril que llegará a la Papelera. Así que, una cacicada más, envuelta entre papeles y pasta se cargan lo que se declaró de interés o un conjunto histórico, y aquí no pasó nada.

Haxa salú para poder resistir a los caciques o déspotas oligarcas.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Escrúpulos y adarmes

Miren Ustedes por donde hechos acaecidos hace muchos años vuelven a tomar o ser noticia en la actualidad. Corría el año 1863 y al Ministerio encargado de los asuntos de pesas y medidas le pareció oportuno adoptar el Sistema Métrico Decimal, que en otros países de Europa iba a regir en breve. Lógicamente, los ingleses que son muy suyos, no quisieron saber nada y conservaron sus medidas; medidas que los salvan de la mediocridad imperante por haber tomado “medidas”. El adocenamiento se refiere a nosotros por tomar medidas equivocadas. Ya verán.

Como aquí andábamos cada cual con sus pesos nos hacían las libras y los billetes los ingleses. Para lo demás, nos arreglábamos con la vara. Sí porque hasta con la “vara” se tomaban medidas de espalda en las fiestas. Había también leguas que tenían pies, varas y tercias. Esto quiere decir que según se terciaba era más larga o más corta. Como la fanega, que podía ser costal; y la fanega gallega, más grande en el este que en el oeste; sin embargo, en Grandas era menos que en Lugo. Así que con este lío alguien se dijo: hagamos un sistema que sirva para afanar igual, aunque en Castilla cosechen más trigo. En fin, que el “escrúpulo” era insensible y junto con el adarme sólo serviría para dejarlos de recuerdo en los ayuntamientos. El “escrúpulo” allí quedó como testigo, como medida de peso (24 grs.) y el “adarme”, que es el de tres tomines o porción mínima de una cosa, quedaron como prueba de lo que sólo se podría estafar en los organismos (según Ley). Esto como cualquiera puede ver, no servía para nada. ¡Y claro, nadie quería ser Alcalde! Entonces (forzoso) el Gobernador los nombraba a dedo; como ahora otros altos cargos.

Pero hete aquí que se fueron perdiendo los “escrúpulos”. Se perdieron de arriba abajo. El esmero, la pulcritud, la honorabilidad, la ética fue sustituida por la falta de “escrupulosidad” y así llegamos hasta hoy que está en su punto más álgido, en el que se compite por ser más sinvergüenza, por falta de las medidas de “peso”.

Ya ven que no hace falta leer entre líneas.

¿Acaso tendrá alguna relación esto con mi destitución hace ocho meses? ¿No quedará ningún escrúpulo en la Consejería de Cultura? ¡Qué país!

Haxa salú.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Colaboración de Gonzalo Morís en el Libro de Fiestas de Arroes 2010

Pepe el Ferreiro y el Museo de Grandas de Salime.

Por Gonzalo Morís















Este año mi colaboración con el libro de las fiestaspatronales de Arroes quiero que esté dedicada a comentar algunas ideas sobre un personaje destacado de nuestra Cultura popular, como es José Naveiras,“Pepe el Ferreiro”, un buen amigo, creador y máximo impulsor del Museo Etnográfico de Grandas de Salime y que el día 26 de Enero de 2010 fue cesado y apartado de la dirección de su Museo por el Consorcio que lo gestiona, con una decisión injustificada que sorprendió a un gran número de asturianos, y que ha motivado un sentimiento de incredulidad no solo entre los habitantes de la zona occidental, sino entre todos aquellos conocedores de las instalaciones del Museo que dirigía “El Ferreiro” desde su creación.

Con este escrito pretendo mostrarle mi reconocimiento personal y un pequeño homenaje a este hombre que tanto ha hecho por nuestra cultura popular, dedicando una gran parte de su vida a restaurar, recuperar y exponer todos esos objetos y artefactos arcaicos que nos han legado nuestros antepasados, así algún día nuestros descendientes podrán entender como era la forma de vida de sus tatarabuelos.

Para mi personalmente el MUSEO ETNOGRAFICO DE GRANDAS DE SALIME representa algo muy especial, lo conozco desde hace mas de veinticinco años y lo seguí muy de cerca, lo vi nacer, crecer y aumentar día a día y nunca pude imaginar que iba a tener que verlo pasar por momentos como los de este último año.


El Museo Etnográfico de Grandas de Salime fue fundado en el año1983 sobre la base de la colección particular de José Mª Naveiras Escanlar, que con su trabajo e ilusión ha materializado el museo más entrañable e importante de Asturias y uno de los mas destacados museos etnográficos de todo el país. Un museo vivo y dinámico cuya alma era su fundador. Nadie que conozca Grandas y su museo puede imaginarse el museo sin el Ferreiro. Es como si fuera él mismo otra pieza del museo, una pieza fundamental. Se puede decir que no tenía horarios para trabajar en el museo, que vivía prácticamente en el museo y para el museo, desde el mismo momento de su fundación y desde mucho antes, cuando recorría las casas y los pueblos buscando piezas para exponerla en unos locales que todavía ni siquiera existían. Tras ocupar durante años los bajos del Ayuntamiento, en 1989, la colección se traslada a su actual ubicación y el Museo inicia, bajo la dirección de su creador, un fructífero período de crecimiento y consolidación.

“El Ferreiro” está considerado como una autoridad en etnografía y tradiciones asturianas, una persona preocupada por la cultura y costumbres de Asturias, que ha empleado su vida en cuerpo y alma para conseguir recopilar una de las colecciones etnográficas más grandes e importantes de Europa, piezas que forman la colección que se expone en el Museo. Consiguió con poca ayuda y apenas medios, y con muchas incomprensiones ampliar y convertir la antigua Casa Rectoral de la pequeña villa occidental de Grandas de Salime, en toda una institución etnográfica, que hoy es referente para múltiples iniciativas de este tipo que se llevan a cabo en toda España.

En el Museo de Grandas, que numerosas y diversas voces reclaman que sea llamado el museo de Pepe el Ferreiro, funciona todo, entrar allí es como realizar un viaje al pasado. La cocina o llar y el horno se encendían y se cocina en ellos los platos tradicionales y en su cainzo se ahumaban los productos de la matanza. El Llagar y la prensa son reales y operativos, producen mosto que es fermentado en la bodega. Los molinos muelen el maíz y el trigo delante de los visitantes, el botiquín podría usarse sin más y las navajas de la barbería sólo necesitan la mano de un experto para dejar afeitado al más barbudo. La escuela parece dispuesta para empezar la clase en cualquier momento y que los pupitres están esperando ser ocupados por los nenos y nenas de antaño. La sastrería está tal como hace años la había dejado el sastre que la regentaba, lo mismo que el puesto del zapatero.

A mediados de agosto se hacia la trilla del trigo en la era, como se hacía hace unos cuantos años. Se trataba por tanto de un museo vivo, no de un museo virtual ni simbólico. En él todo es de verdad y todo es real. Cuando el visitante entra en la tienda museo, le parece que puede comprar cualquiera de las cosas expuestas en las estanterías o pedir un vaso de vino en la barra de la tienda- bar, cosas todas ellas factibles, pues todo está en activo y nada ha muerto, la historia sólo se ha parado para que penetremos en ella y disfrutemos del pasado desde el presente. Pepe Ferreiro no se imaginaba nunca el museo de otra manera.

Traigo aquí algunas reflexiones escritas por El Ferreiro de lo que el consideraba que debía ser un museo de las costumbre populares. “¿Qué es un museo etnográfico más que una recreación (no virtual) de unas formas de vida tradicionales? ¿Acaso no era el conjunto familiar una unidad de producción en el medio rural? Por lo tanto, éste ¿no debe reflejar fielmente esa realidad con todos sus medios? ¿O es que podemos, por una cuestión de estética trasnochada, prescindir de aquella cabaña ganadera, que era el sustento, junto con los productos agrícolas, de esa familia troncal? ¿Cree alguien que se puede hacer una obra de teatro sin actores?.”

“¿El molino, no era también ese mecanismo donde se muele el grano para más tarde hacer pan? ¿Debe ser estático?. El carpintero en su taller, ¿no hacía todos aquellos trabajos relacionados con la madera, que demandaba su clientela? ¿dicen algo sus inactivas herramientas en la deshabitada carpintería?”

“Ah! Y el ferreiro, que me atañe directamente, ¿Cuenta algo al visitante el inexistente crepitar del fuego en la fragua; o el sonido del yunque sobre el que se forja el hierro? ¿Y la tertulia de parroquianos puede ser evocada en los días de nieve, en una fría forxa, en la que los útiles, colocados en absurdos paneles, nos recuerdan que eran manejados con destreza por un fornido ferreiro?”

“En la bodega, si no se cuida el detalle de derramar algo de aguardiente por el suelo, pierde ese olor característico el local. Como se comprenderá fácilmente, los aromas forman parte, en un museo, de esas sensaciones que el visitante percibe; donde hasta una telaraña tiene significado, porque ésta es la red donde atrapa su propietaria la mosca y otros insectos. Al ser esto así, ¿por qué no elaborar vino y destilar de su orujo “aguardiente d´a terra” para que esa sensación sea natural y real?”.

“Además, vuelvo a repetir: un museo etnográfico es sólo el reflejo de unas formas de vida, en las que el ciclo anual es la imagen actual de tiempos pretéritos.”

Esto es lo que siempre pensó Pepe que debia ser su Museo y que nunca fue entendido por la administración, pero las mas de 22.000 visitas que año tras año pasaban por sus salas prueban lo acertado que estaba esta concepción de Museo de creador. No olvidemos que era con diferencia el museo etnográfico mas visitado , premiado y reconocido de nuestra comunidad.

En cualquier otro Museo dedicado a las Costumbres populares se suele sentir la frialdad de la añoranza y el recuerdo que nos trae una colección mas o menos numerosa de piezas y objetos colgados o colocados en vitrinas, en cambio en el Museo de Grandas con Pepe y su equipo de personas, era un museo que podíamos denominar de los sentidos pues se podían percibir los mas diversos olores, como los del vino elaborado en la bodega, del humo de la fragua, el del pan cocido en el horno, el de los chorizos ahumados en el cainzo, etc. Se podían tocar los objetos expuestos y sentir al tacto la textura de las maderas, de las telas tejidas en el telar. También se podían oír los más diversos sonidos de sus molinos, del martillo en la fragua, del torno de madera debajo del hórreo. Todas las piezas se podían ver sin ningún tipo de dificultad en espacios perfectamente ambientados y que parecía que estaban habitados y en uso. Por último en ciertas ocasiones el visitante podía también desarrollar el sentido del gusto, catando el vino de la bodega, los productos de la matanza, el sabor del pan amasado en la masera y cocido en el horno. En fin un autentico y extraordinario museo de las costumbres en el cual te sentías transportado a lugares y tiempos pasados.

Por todo esto no es de extrañar que desde su cese, Pepe haya recibido un masivo e incondicional apoyo popular de sus vecinos y conocidos. Nunca antes un hecho cultural, había provocado una respuesta semejante en Asturias, que se pude cifrar en más de 15.000 firmas a su favor entregadas en el Principado. La respuesta del mundo cultural ha sido unánime: profesores universitarios, técnicos culturales y directores de museos de toda la Península han manifestado de modo expreso y público su desacuerdo con las decisiones adoptadas, poniendo de manifiesto la relevancia que para la etnografía y la cultura popular tiene la obra de José Mª Naveiras.

A todo esto hay que sumar las numerosas contribuciones de periodistas, articulistas y colaboradores de la prensa regional que han manifestado en sus respectivos espacios su descontento con la medida y su estupor ante el modo en que se ha llevado a cabo.

Para terminar el 31 de enero de 2010 se constituyó en Grandas de Salime la Plataforma de apoyo a Pepe El Ferreiro, que en la actualidad cuenta con mas de 150 asociaciones culturales de toda Asturias y mas de 9700 amigos en la plataforma social de Facebook, esta plataforma señalaba en el comunicado que siguió a su constitución como objetivos los siguientes: Mostrar públicamente su reconocimiento a la intachable labor humana de Pepe El Ferreiro al frente del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, para la dignificación del medio rural y la cultura de los pueblos y la creación de tejido social en nuestra región.

Reprobar la decisión del Consorcio para la Gestión del Museo de Grandas del cese a D. José Mª Naveiras Escanlar “Pepe el Ferreiro” como director del mismo.

Solicitar al Consorcio para la Gestión del Museo de Grandas de Salime la readmisión de Pepe en su cargo de director y que el Museo pase a denominarse: Museo Etnografico de Grandas de Salime “Pepe el Ferreiro”.

La expresión HAXA SALÚ, con la que Pepe El Ferreiro siempre despide sus escritos, se convierte de forma espontánea en el lema de una reivindicación que une a ciudadanos de toda procedencia, condición social, económica e ideológica.

Solo que queda desear lo mejor para Pepe y su familia. ¡HAXA SALU!

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viernes, 17 de septiembre de 2010

Razón de Contrapeso

Es cierto que nadie se puede bañar dos veces en el mismo río. Pero ayer descubrí algunos motivos más para añadir a que el río nunca es el mismo. En el mes de junio de este año, hubo una gran riada.
El lecho de río Pigüeña quedó limpio; su fondo aparecía, después de esa avenida, blanco, impoluto. Era una satisfacción volver a verlo como lo había conocido. Aunque como dije en un principio un río nunca es el mismo. Esta observación que aquí expongo, está fundada en que ahora, en el mes de septiembre, su fondo se halla oscurecido por las algas. Este limo que va ennegreciendo las piedras y poco a poco le hace mostrar el color de un río al que han sido secuestradas sus aguas, en beneficio de una central Hidroeléctrica. Pero hay algo más que el temporal aprovechamiento de este recurso hídrico, que el propio tiempo Universal corregirá cambiando hasta su cauce porque nada es perenne en el ciclo astronómico de este planeta Tierra. En fin, que un motivo tuvo que haber para que a un ferreiro sin más, le diera por hacer una aseveración físico-filosófica. Pero además hay observaciones que hacen pensar si atiendes a los detalles que el medio como siempre, nos brinda.
Al intentar recuperar el local que fue forxa de mi padre, para hacer en ella algún trabajo que me permitiera ocupar mi tiempo libre, fue necesario colocar al barquín (fuelle) un contrapeso que equilibrara la palanca que lo acciona y permitiera al cuerpo de aspiración volver a su posición inicial de trabajo. Este contrapeso, no en todos los casos era de piedra, sin embargo, desde un principio quise que así fuera. Para ello comencé a buscar en el citado río un canto rodado que reuniera las condiciones de peso, y al mismo tiempo fuera estéticamente bonito. Aunque en el río todas las cuarcíticas piedras tienen su peculiaridad. Después de mucho buscar y rechazar aquéllas que no me parecían adecuadas, saqué cinco o seis y las cargué en el coche para trasladarlas a Grandas de Salime. Paseé por la orilla y los pedregales de lo que fue un caudaloso río, y estuve sentado sobre uno de estos pulidos pedernales. El murmullo de las aguas llevó mi imaginación hacia esa realidad de que las aguas se desplazan de forma continua cambiando de río. Pero cuál no sería mi asombro al darme cuenta que sus piedras también se mueven y desgastan. Su fondo no es constante. La riada había movido y desplazado posiblemente muchas de ellas. Así uno y otros razonamientos, que sí pensamos en los cambios que se operaran en un sólo siglo es realmente asombroso. Los humeiros (alisos) que en la actualidad crecen en las someras aguas, estarán muertos en ese espacio de tiempo: sus resecas maderas y añosos troncos viajarán corriente abajo en busca de la mar que los engullirá o serán sólo sedimento en la vega de San Esteban de Pravia. Pero si el tiempo lo consideramos en millones de años, esa piedra que sostuvo mi sedente figura será un pequeño grano de arena o incluso una molécula de fino lodo en lo que también es posible, pierda su nombre de ría porque sólo será una vasta extensión de tierra donde antes hubo un hermoso pueblo.
Qué fácil soñar que todo es perenne, cuando todo es nada y sólo nuestra embotada mente cree que nada cambia, que todo es una constante, y no nos damos cuenta que hasta los árboles giran por ese tropismo que les da vida. Conozco un vetusto tronco de castaño, de algo más de un metro de diámetro, que poco le faltó para dar casi dos vueltas. Es posible que alcanzara la vejez con más de trescientos años. Pero lo llamativo es que alguien varexará (vareará) sus castañas hacia el este y aquellas ramas estuvieran tiempo atrás en dirección norte.
Tempos fugit, que nos privas de nuestro río y de la vida.
Haxa salú.


domingo, 5 de septiembre de 2010

Furador

Creo adecuado dar el nombre que corresponde en castellano puesto que furador se aplica a diversos útiles en la fragua de un ferreiro, para afuracar o hacer huecos o agujeros de distintos tamaños y formas. Por lo tanto éste, al que nos referimos hoy, es una pequeña barrena para taladrar madera, al que también podríamos denominar como sonda, porque de eso se trata: hacer una prospección en un árbol para conocer su naturaleza interior. Sin embargo, Usted se preguntará qué necesidad hay de recurrir a este artilugio, si la materia que compone al vegetal la conoceremos por la forma de sus hojas, corteza, frutos etc. Siga Usted leyendo y
verá cómo la picaresca humana es infinita.
Hace bastantes años, este bastón, parecido a un estoque para defensa personal, era usado por algunos maderistas que recorrían pueblos y montes comprando maderas de distintas especies. Lógicamente, por esta zona, predominan los castañeiros (castaños), carballos (robles), algún que otro padrairo (arce) bidueiras (abedules) freixos (fresnos), fallas (hallas) y, curiosamente, unos veinte ejemplares de piñeiros (pinos piñoneros). Claro que también había otros árboles que por se frutales, no los consideraremos como maderables, aunque el cereixal (cerezo) se vendía después de viejo como madera. Pero entre éstos, la que nos merece especial atención por ser el caso que nos ocupa el furador, es la noceira (nogal). Estas maderas eran muy apreciadas para muebles, culatas de armas por su ligereza y resistencia, además de su destacado papel en el taraceado y talla. Dijimos éstas porque el nogal lo había blanco y negro. El negro era y es, muy
apreciado por lo tanto, hete aquí que la función del furador prestaba un gran servicio; claro que sólo se lo hacía al maderista, porque el propietario del árbol ignoraba que el astuto industrial había pasado, en algún momento al pie de su enigmática noceira, y con sigilo había desentrañado el secreto de su negro duramen. Conocida la naturaleza y calidad del árbol, éste hacia que el interés por su adquisición fuera mayor, pero no al alza en cuanto al precio. Digamos que si no había trato, se podía pasar la noticia a otro maderista, para que adquiriera el preciado vegetal devaluando la oferta del dueño del bastón furador y así demostrar que el noble nogal no valía más. El hueco del horadado no afectaba su tronco porque para algo estaba la pericia del experto cirujano practicando la biopsia al sano y negro productor de nueces y negra madera para el taraceado que antes citábamos.
El crecimiento del nogal suele ser rápido, si el terreno tiene buenos nutrientes. De todas manetas para que un ejemplar alcanzara un buen porte y fuera de “los negros” solía tener casi un siglo, he aquí la escasez de éstos.
Había en cierta ocasión un industrial maderero, del que omitiremos el nombre por razones obvias, que adquirió un monte de castaños próximos a un prado, al fondo del cual crecieran tres nogales portentosos. En el importe de la compra se habían incluido aquellos árboles por los que había pagado otro precio, y nada ocurrió hasta que estos fueron “baltados”, “tronzados”, “tumbados” o “talados”. El primero era blanco, el segundo -comprobó asombrado el maderista- que era un ejemplar negro, en el que un delgada capa de albura circundaba un enorme tronco negro como azabache. Esperó a que los operarios incidieran con el tronzador, aquel ser vivo que seguía en pie, y cual no sería su sorpresa al comprobar que de aquel corte salía un oscuro serrín, que no dejaba lugar a la duda. Sin esperar a que terminaran de cortarlo, se fue a buscar al propietario de la finca y cuando regresó con él, le dijo:
-¡Mira tú que mala suerte , con lo que yo te pagué estos árboles y van a salir inservible! ¡¿A quién voy a vender esta madera pasada, que no vale ni pa mangar navallas?! Home, parez mentira pa ti!
-¡Home! ¡Parez mentira!¡Conmigo nadie perdió nunca nada! -Dijo el propietario de la finca- Eso arreglase fácil! Págame éste que ta bien y los otros nun te cuestan nada.
-Ya sabía yo que no era problema por eso fui a buscarte. Gracias –dijo el avispado maderista-

miércoles, 18 de agosto de 2010

Ferias de Maestros

Hace ya más de medio siglo había por costumbre en algunos pueblos o villas acudir a sus ferias o mercados, porque allí se reunían los maestros que se dedicaban a dar clase a los niños en las aldeas sin escuela. Éstos eran contratados según su valía o conocimientos, que tenían reconocidos por fama o por su larga experiencia. Lógicamente, aquellos más preparados cobraban más y no podían ser convenidos sus honorarios por aquellas aldeas que no reunían la suficiente pecunia para mejorar la calidad de la enseñanza, de aquella caterva que en el invierno acudía a la escuela, puesto que el resto del año ayudaba a las faenas agrícolas.

Eran estos maestros personas instruidas y con un gran saber popular, gracias a las cuales se enseñaba a leer, escribir, las cuatro reglas, historia, etcétera. Estaban también aquellos maestros que fueran represaliados después de la Guerra Civil y daban clases, incluso, durante todo el año, de forma un tanto anónima y consentida.

Fue una lástima que hayan desaparecido, tanto unos como otros; así como las escuelas que tanto costó construir, y aquellas del franquismo que provocaron el éxodo del los pueblos y el empobrecimiento cultural de los que en el campo se quedaron. Claro que un pueblo necio e inculto es más manejable. Pero esto no es todo, si comparamos aquellas «oposiciones» de la feria con el momento actual, que no opta a los mejores para cubrir la plaza de un museo cualquiera, en el que el saber popular es imprescindible.

Claro que ni yo sé casi nada y además soy un modesto diletante en materia de etnografía; el entusiasmo, a veces, me desbordaba.

Y veamos: la cocina en un museo está ligada y cohesionada con la nutrición de los miembros de la casa. Comemos los alimentos, cocinados o no, al margen del menaje que exista en la cocina, porque éstos nos sirvieron de medio para prepararlos y eran un referente que evolucionó con pocos cambios, al igual que los guisos. Por lo tanto, su estudio merece la misma atención que la olla, porque antropológicamente es un aspecto más del devenir biológico del hombre.

En el Museo Etnográfico de Grandas de Salime se tenían en cuenta estos aspectos, por eso, en él aparecen también piezas como el bacín, el dompedro, el perico, la bacinilla, la letrina o el retrete, porque comer conduce a excretar lo comido, que como dijo Quevedo: «Caga el rey, el cura y el Papa y sin cagar nadie pasa». Así que nadie se extrañe de que en dicho lugar se traten temas ligados entre sí, que otros ignoran y creen que están dirigiendo un museo. Por eso es conveniente explicarlo aquí, para que se sepa que si los fragmentos de la Campa de Torres estuvieran restaurados, no habría lugar para confundir una vasija para el «garun» con un canto rodado.

Como decía, en el museo se cocinaba, naturalmente. Se mataba el cerdo, se hacían los «roxoes» o fiesta de la matanza. Se cocían los cachelos con tocino, androlla, chorizo y se comía el botelo. Se hacía buen pan, igual se asaba un cordero que un cochinillo. Se celebraba la fiesta de Carnaval haciendo fillolos en la cocina. A estas celebraciones hay que añadir las fiestas del Santo Antón de Xaneiro y la de San Juan. Pero poco hacía falta para que surgieran otras, si un amigo aportaba las viandas y el vino para el ágape. En definitiva, eran actividades tan propias del Museo como hacer una tortilla con los huevos que ponían nuestras gallinas.

La actividad del Museo era tan natural que incluso pretendí recuperar la cocina tradicional. La cocina tal como cocinaban nuestras madres y abuelas, en las que no faltarían los ricos potajes, la carne asada con patatas, el arroz o las patatas con bacalao; además de aquellos suculentos y sencillos postres. La recuperación de la cultura tradicional, que es estrictamente aquella que surgió del desarrollo diario de toda actividad, no tiene que estar ligada a nuevos conceptos teóricos por una falta de visión personal o, lo que puede ser peor, caer en manos de engreídos burócratas con algo que manipular en las costumbres populares.

Y ahora sólo diré algo más: que los maledicientes dejen la estupidez aparcada cuando alguien, sin autoridad, les asigne un puesto, y sin meditar caen en el error de criticar las actuaciones de los demás porque no entienden nada.

Haxa salú.

lunes, 21 de junio de 2010

viernes, 18 de junio de 2010

Recuperar o nosso património, restaurar a dignidade



Hoy he clausurado en Guarda (Portugal) el X curso de verano "Patrimónios e Territórios Culturais - Recursos, estratégias e práticas” del Centro de Estudos Ibéricos .

Se trata de un centro universitario creado por las dos instituciones más antiguas de la península: las universidades de Salamanca y Coimbra, que todos los veranos dedican una semana al análisis y la discusión sobre el desarrollo de las zonas fronterizas. Ya saben mis lectores que para discutir puede contarse con este Ferreiro. El asunto es que asistí un par de jornadas y pude contribuir modestamente al intercambio de experiencias en la revitalización del patrimonio.

El curso se estructuraba en panel de debate y "visitas de campo", que combina un modelo teórico para una práctica interesante donde he podido disfrutar de las buenas compañías de los profesores españoles y portugueses, así como del espíritu crítico los alumnos.

Agradezco que se hayan acordado de este Ferreiro ilustrado para "apalestrar" al auditorio con el tema "recuperar nuestro patrimonio, restaurar la dignidad" donde pude hacer un breve resumen de mi experiencia durante treinta años en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime y ayudar a las nuevas generaciones a tomar iniciativas que eviten el despoblamiento y el abandono del campo. Prometo contaros esta fecunda experiencia en una próxima entrada en el blog.

Haxa salú

lunes, 31 de mayo de 2010

Mirador "Valle Pigueña" La Rebollada (II)

En esta soleada mañana del mes de Abril, debo dejar este mirador del Valle de Pigüeña, porque he sido invitado a comer, por unos amigos en ese pueblo del título de la crónica. Emprendo la marcha. Pasa la carretera por la fábrica-molín y allí empieza la subida. Un poco más arriba, la primera curva a la derecha nos muestra la pendiente de la serpenteante carretera, que entre castaños, fresnos y carballos asciende, o trepa, la escarpada montaña. Si tu dirección es Norte, este lo perderás en la siguiente; porque en una especie de compensación: mirarás en una u otra dirección según avances. La última a la izquierda, que alivia los repechos, pero sigue enramándose en la ladera de esa montaña somedana, nos muestra el profundo valle que nos queda a la izquierda. Casi llegado a la Rebollada, me encuentro, dando un pequeño paseo, a Marilina y Armando, su esposo. Me esperaban más bien, porque en un rápido saludo no terminaron el matinal esparcimiento, y allá subieron conmigo en el escalador coche.

Aún conservo la visión de esa primera vez en que al salir de una pequeña curva, ves ante ti un pueblo de ensueño. Muchos son aquí en Somiedo, pero éste tiene un especial encanto. Esas casas colgadas en la protegida hondonada; parecidas a nidos, que las expertas golondrinas hayan escogido lugar para colocarlos; ese pueblecito de un belén natural, donde sólo echas de menos, el río, sus lavanderas y algún que otro animal para que la visión fuera de diminuto montaje navideño. Sí, es ese pueblo, en el que sus gentes son entrañables.

Hasta allí volví a llegar y mientras Marilina atendía sus ollas, fui con Armando pueblo arriba. Así que llegamos a Casa Servando a llevarle La Nueva España; saludamos a Manuela, cuñada de Armandín, como es conocido éste, y a varios vecinos más. Curiosamente allí conocí a Constantino; un foráneo natural de Pigüeces, afincado en Tarragona y casado con una “rebolladina”. Estaba enseñándole a partir leña a su yerno catalán, que en buen lid, pretendía hacer honor a sus enseñanzas. Sacó, el que había adoptado por obligación la diáspora hacia la productiva Cataluña, un vino del Penedés y allí departimos un rato sobre el antropológico tema de cómo partir leña de roble o de castaño. A Ustedes les puede parecer baladí, pero la experiencia es fundamental en cualquier actividad. No es lo mismo partir un tronco de uno u otro árbol, si pretendemos con el mismo esfuerzo sacar igual rendimiento. ¿Saben Ustedes que “al carballo se le incide con la huesa por donde nace y al castaño por donde pace”? No, no se preocupen no voy a ponerme a explicarlo. Pero sí diré que el hacha o huesa fuera hecha por aquel famoso artesano de la Rebollada; el que era conocido como Pepe el ferreiro, y padre de Armando.

También andaba sobre un tejado José Manuel, cambiando tejas sin capataz arquitecto alguno, porque él sabe hacer bien su trabajo; lo mismo que los que habían construido la casa un siglo o dos antes. De tejados iba la cosa porque en Casa el Meirazo, otro equipo, también reparaba el tejado. Por cierto, en ese lugar a una vieja teja firmada por el alfarero, se le perdió el rastro entre las otras. Espero que la hallan encontrado; al memos esa fue mi recomendación.

Seguimos camino abajo y paramos a ver el tejo de la capilla de San Antonio. Allí recordé a Ana y Antonio, por ser de la Asociación de Amigos del Tejo (y amigos míos). El probe teixo está de luto, porque el suelo que lo rodea es de alquitrán. Se salvará: es joven.

¿Ia! Con eso se hizo la hora de comer y fuimos donde Marilina, que había aderezado y cocinado una suculenta comida ¿Qué maravilla, cómo cocina esa mujer! No les cuento porque en verdad excitaría sus glándulas salivares; quiero decir que les caería la baba. Armandín descorchó un Ribera de Duero; y para acabar, después del café, tomamos un menta poleo; un menta poleo especial que prepara esta experta en licores a base de buen aguardiente, la planta y el toque singular o particular de la alquimista.

Volvimos animados por el mágico licor, a citar algunos comportamientos humanos, y como resulta lógico, ¡vuelta a la antropología social! Claro, al hablar de pautas de conducta que siguen los individuos de una comunicad, no podía faltar la cita del derecho consuetudinario, en cuanto al lo de las abejas que nos explica Dn. Ignacio Arias, y a mi me aclaro Dn. Antonio G. Linares, de Pola de Allande, sobre los cortinos y sus derechos (no confundir con lo “cortinos” que son algunos y el veneno que encierran). Pues bien, decíamos, y para que sea entendido, que estas comunidades de laboriosas abejas conviven entre ellas. Sin embargo, siempre respetando las distancias. Algo así como en los pueblos que son muy solidarios y practican la verdadera amistad; pero se da la circunstancia que con cierto privilegio, según situación. No situación económica -aunque ésta influye- sino de la ubicuidad. Esto da lugar a que la rivalidad la imprima la situación. Así los del barrio de arriba dicen con sorna: “los del barrio de abajo”, o también la burla del avesío (zona umbría) que se ríen de ellos los de solano, como ocurre en mi pueblo.

Después de esta aseveración en la que coincidimos, me narraron Marilina y Armando, la anécdota de cuando ésta viajó a este pueblo, recién casada: subieron andando desde Aguasmestas hasta Pigüeña. Allí, en casa Luis -que era un comercio mixto- Delfina, la tendera, les dice: “¡Ay! Armandín, ia ye muy guapa, pero si tuvieras que vivir en Somiedo con ella nun te duraba tres meses. ¡Ia! mira la nuesa Servanda, que ia ta de siete meses, ia trabaja como una esclava”. Naturalmente, ella sólo veía a la delgada chica de ciudad, que sería difícil adaptarla a la dura vida rural; y en cierto modo, se alegraba que Armando tuviera empleo en Ensidesa.

Este comentario está justificado, porque así comenzó el despoblamiento rural. La mujer sufría todos los sacrificios. Nada podía haber que fuera peor que casarse con un agricultor, aunque fuese acomodado; por lo tanto, una madre prefería enviar a su hija a servir, que verla reflejada en su situación. Claro que esta conducta no era observada por igual con los hijos varones. De ahí lo que refería al principio de esta crónica, cuando citaba el despoblamiento: éste se podía haber corregido, facilitando la vida en el campo con medidas que permitieran al actor no esclavizar a su mujer.

De vuela al lugar de origen, bajando titubeante de curva en curva, pensé en aquéllos que te mandan soplar, sin preguntarte si estuviste en la Rebollada y después de “soplar” habías bajado. ¡Me río yo de la forma de medir las cosas! Pues verán, entre los claros de las ramas, desprovistas aún de hojas, vi Pigüeña bajo la esplendorosa luz vespertina de ese sol al ponerse. Era tal la luminosidad que paré a ver aquel pueblo quemás bien parecía un cuadro pintado por Sorolla. La verdad, fue sublime ¡Para que luego digan que la menta poleo no acrecienta la sensibilidad, los reflejos en la conducción y el amor por lo bello.

¡Dios! Cuánta emoción se puede sentir en un sólo día. ¡Qué lástima que los necios arruinen tu vida! Me refiero a los necios con poder.

Haxa salú

Dedicado a Marilina, Armando y los de Casa El Ciego. Algún día, (si me acuerdo), les cuento la historia que ocasionó la difunta Manuela; que practicaba la radiestesia y un tío que emigró a la Argentina.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Reconocimiento

22 de abril de 2010
FORXA DE FERREIRO
“Reconocimiento”
José Mª Naveiras Escanlar

He sido vejado por mis semejantes.
Lo grave es que el daño me lo infligieron los de la misma especie.

Frases parecidas a la que encabeza esta crónica las escribí en esta misma agenda; lo doloroso es que la afrenta siempre vino de los semejantes. Claro que al pertenecer a la misma especie, pude haber sido tan injusto como uno más. No sería lo mismo que me hubiera mordido un perro, me diera una coz una mula, sufriera la terquedad de un jumento, me pinchara una abeja, o la víbora me inoculara su ponzoñoso veneno; porque cualquiera de estas acciones sería el reflejo de la autodefensa o la tozudez del irracional. Claro que la agresión o la cornada de la vaca viene a veces propinada por la zoomorfa figura humana. Quiero decir, que la conducta y los peores golpes son los de tus semejantes. Esto, dicho así, puede parecer que proviene de alguien que no rompe un plato y se queja del trato; pero como pertenezco a la especie, haría mal en excluirme de esos daños.

Hace años, creía que un país era el reflejo de los que viven en él. Lógicamente, ésta no era una imagen agradable que aquel espejo me mostraba y por tanto, pretendía cambiarla. No reparé en que al hacerlo podía hacer daño a mucha gente y me comporté mal. Mal porque hoy, vista la realidad, recapacitas y me doy cuenta que para este viaje no hacían falta alforjas.

Puedes golpear y ser golpeado, pero al final te das cuenta que cada sociedad es producto de cuestiones ajenas a ti. Si el poder es injusto pagarás las consecuencias; porque éste es “injustamente” ingrato. El tiempo y la vejez mostrarán tus errores e enjuiciarás los del prójimo, que a fin de cuentas, no es más que un pobre espécimen aunque esté en la política.

Después de morirse el Caudillo, fuimos un día dos amigos a visitar el Chao de Samartín. Nos acompañaba el entrañable Manuel Barcia Monteserín. Gracias a la amistad que me unía a él, nos permitió hacer una cata en su finca, después de cosechadas las patatas. Excavamos una vivienda y en ella aparecieron infinidad de fragmentos de cerámica. Ni hubo rigor científico, ni tampoco nos preocupaba esta descontextualización de aquellos materiales arqueológicos. Aún así, emprendimos un viaje a Oviedo, y dimos parte del hecho en la Universidad. Al cabo de unos años, comenzó la investigación y se transformó ésta en los resultados que muchos de Ustedes conocen y de los cuales dejé constancia en muchas de las crónicas, que se publicaron en este periódico.

Fue anárquica, e incluso podemos tachar de saqueo aquella actuación, pero lo que sí fue producto de la buena voluntad, que sólo perseguía dar a conocer lo que hoy lleva el nombre de Castro Chao Samartín. La actuación no sería buena, pero tampoco la considero tan desacertada. Éticamente cumplimos con lo que creo era nuestro deber.

Ahora vemos lo opuesto. Lo científicamente reprobable, censurable y que debiera ser duramente sancionado por la ley.

En la Campa de Torres, en Gijón, se encarga a un equipo la excavación del yacimiento. Se nombra director y subdirector del mismo a unos señores, que no voy a nombrar. El primero fallece y el segundo, como buen representante de quien lo había nombrado, se inhibe del caso; oculta el producto de lo exhumado y como recompensa, se le asigna la dirección de un Museo, que ni él ni quien lo nombra habían creado. Entra como un desaprensivo en el mismo y niega al fundador y responsable hasta sus efectos personales. Se comporta como el más grosero de los personajes, retirando con brusquedad de mis manos efectos personales, y dice que el inventario del citado Museo no está hecho. Junto con la responsable de Cultura, deja caer que hay dinero oculto y una dudosa contabilidad. Se confabula con un intrigante alcalde y entre ambos dan a entender que hay un Museo Etnográfico en Grandas de Salime, gracias al buen hacer de la Consejería de Cultura: sin tener en cuenta ningún factor de su fundación, ni a su creador; que no resulta grato para los mediocres y mal intencionados cargos políticos, y a los usurpadores “teóricos”, que no dan la cara, excepto para hacer daño

Como pueden ver, este País es muy parecido, en sus maneras, a aquel otro del franquismo. Los caciques son más caciques, pues ni respetan edad, trayectoria ni los resultados. Abusan del poder, y con su nepotismo, se rodean de aduladores que los protegen.

Veremos a ver si esta eficiente Consejera obra en consecuencia y usa esa peculiar vara de medir para subsanar este vergonzoso conflicto del responsable de la Campa de Torres. Claro que el autor de este desaguisado, está avalado por un título, que parece conseguido en una tómbola benéfica. Así lo expreso. No es mi estilo hacer uso de eufemismos ni andar en ambages. Las cosas son como son y así trato de reflejarlas. De todas maneras, nadie es perfecto y a todo lo más que podemos aspirar es a ser educados; aunque a veces esa educación se escuda y oculta bajo la falsa capa del barniz de la hipocresía. Esta mala costumbre de la sinceridad me acarrea problemas , pero lo prefiero así a convertirme en ese cínico de falso oropel.

Como dije al principio, las acciones que a lo largo de la vida, lleves a cabo, te obligarán a pedir perdón o al menos disculpas. En este caso, tendría que hacerlo con muchas personas, pero como el tema que nos ocupa está en función de ese Museo, permítanme, aunque sea reiterativo, que aclare este punto; bien sabe Dios que lo hago por ética moral.

Cuando al fin se le da forma al Museo, se dio la circunstancia que Dn. Manuel Fernández de la Cera, hizo unas declaraciones en un periódico en las que obviaba este Centro. Como suelo hacer en mi forma irreflexiva de actuar, le escribí una carta; carta por cierto dura y que Dn. Manuel recuerda. A pesar de aquéllo, y mis continuas quejas, debo decir hoy que fue uno de los Consejeros a los que aprecio. Sé que el proyecto no era muy creíble; que a él le ocasioné trastornos, porque las bien pensantes cabezas que lo rodeaban tomaban a mofa aquéllo que un ferreiro se proponía hacer en Grandas de Salime, cuyo mal hacer sólo era cuidar de la historia de su tierra y de ese patrimonio que era de todos. Dicho esto, quiero que se sepa que desde aquí le digo: Gracias Manolo (permíteme este tuteo de confianza). Disculpa mi irascible carácter.

Pero aún hay más, porque haría mal sino lo cito aquí ¡Cómo no recordar a Dn. Pedro de Silva! Sí, Dn. Pedro ¿Recuerda Usted cuando le dije que me sentaría en la escalera del Palacio Regional hasta que el Presidente me recibiera? No hizo falta porque además de recibirme, atendió mi demanda y supo Usted encauzar o enderezar la postura (¿acertada?) del ferreiro. Gracias Dn. Pedro. Aunque usé el tuteo con su Consejero, sabe que lo haré con Usted cuando nos veamos.

Y ahora, ya que corresponde, no crea que me olvido de Dña. Victoria Rodríguez Escudero, que fue también Consejera, y de su Directora de Cultura en aquel momento, Dña. Trinidad Rodríguez, por aquel amable trato y el interés de Ustedes por lo que en el Museo acontecía. Gracias, queridas amigas.

Dejé para el final a cierta persona por una cuestión muy sencilla: cuando era una niña la traía en brazos; a ella y a una prima. Claro que era por egoísmo, dado que pretendía cortejar a la joven que las cuidaba. Esta chica fue también Directora de Cultura y en ella depositaba mi confianza. Pero claro, la amistad que me unía a sus padres y hermano no me permitió crearle problemas, porque la amistad, está por encima de los Museos, aunque éstos sean Etnográficos y estén en Grandas. Gracias María Jesús Queipo Pérez; sabes que te quiero y aprecio.

En fin, es duro tener que arrepentirse de los pecados, pero lo dicho: así son las cosas; pues justo es reconocer los errores para poder alardear de los aciertos.

¡Ah! Y no me importa haber sido vejado por los de mi especie; porque después de todo, en la diversidad está la riqueza de los seres humanos. Además, ¡qué sería de un mundo sin circo, clones o payasos!

Haxa salú.

martes, 20 de abril de 2010

Mirador del valle del Pigüeña: plantas medicinales y antropología (I

Hace pocos años, se recogían plantas medicinales por doquier. En Somiedo, por ejemplo, había muchos de esos recolectores y también, como es natural, aquellos que se dedicaban a comercializar el producto de la recolección y, por tanto, curarse en salud, con los pingües beneficios que al negocio aportaba la planta benefactora.

Estoy situado en uno de esos miradores desde donde se divisa el incomparable paisaje del valle de Pigüeña. Aquí, un mapa orográfico me dice dónde me hallo y los picos de las montañas que diviso. Al frente, Pigüeña. A mi izquierda, el jabalí, el rebeco, el oso pardo y los ciervos o los venados como representantes de la fauna. La flora más común; excepto el toxo, que no aparece en la información y junto con la uz forma la vegetación común predominante. A mi derecha, el buitre leonado planea majestuoso sobre el pico Cerredo y el pico Madereza. Su dirección es Norte; como si divisara un cordero sobre el pueblo citado, o una novilla gemebunda que hubiera perdido su recién parido choto y fuera a comérselo. En el centro se habla de la perdida «industria» de la madreña, como quien describe la desaparecida indumentaria del Neolítico. Para completar el cuento de hadas, figura la idílica historia de la Braña de la Pornacal con sus teitos, que dice que son los mejor conservados del parque natural ¿...?

La leyenda de este cartel sirve de placebo para la enfermedad de la nostalgia, esa añoranza de aquellos tiempos pasados cuando en el somedano paisaje también figuraban seres humanos. Así se puede describir la realidad a la que conduce la visión del cementerio de la parroquia. En la puerta del camposanto se podía escribir el siguiente epitafio: «Aquí están los que no están en Pigüeña». Los otros, que no están, están en cualquier otro lugar menos aquí o en su pueblo. Sí, así es la realidad. Un pueblo de más de cuarenta vecinos quedó reducido a dieciocho habitantes. Claro que esto poco importa, si tenemos en cuenta que Antón, el más joven, tiene tan sólo 61 años ¡y ya está jubilado! La jubilación le vino gracias a la inteligente actuación del Banco de Tierras. Por cierto, me contó que Mingo, de Villar de Vildas, no la aceptó, porque esto le impedía seguir con su cabaña ganadera. ¡Acertado estuvo este Mingo!

Pero, bueno, dirán ustedes: qué lío se trae este ferreiro, que empieza con plantas medicinales y acaba con ese batiburrillo del fin de los pueblos. Muy sencillo: conocí esta zona de Asturias hace casi medio siglo. Sé que se podía haber hecho algo acertado por ella y no se hizo. Así que clamemos por ella y por el resto.

Sigo, pues, con las plantas: valeriana, genciana, tila e, incluso, semillas de enebro era normal adquirirlas en C' José d' Techada, que fue próspero comercio, o en otros muchos lugares. Se podía adquirir natural o seca. La genciana, por ejemplo, se secaba en el forno de cocer el pan. Claro que esta térmica alteraba las propiedades medicinales; pero José roxaba el forno porque con ello también calentaba el bolso. ¡Argucias comerciales! Ahora lo calientan sin roxar.

Haxa salú.

martes, 13 de abril de 2010

Pesimismo rural

El jueves 1 de abril aparecía publicado en La Nueva España un minucioso estudio, del que es autor Dn. Antonio Arias, Síndico de Cuentas del Principado de Asturias. Se titula “Ley de vida” y versaban sus opiniones “sobre las razones para abandonar el campo. Miren Ustedes si es serio el trabajo que en él, y según diversos estudios “para el año 2025, la mitad de los habitantes de la tierra vivirá en ciudades. Nos da una serie de datos estadísticos y nos habla de tantos por cien, que la verdad, Dn. Antonio, no sé si coja el petate y me vaya antes que Átropos me obligue, sin preguntarme si estoy o no de acuerdo con su guadaña. Pero mientras tanto, y como siempre, voy a intentar rebatir los argumentos de este Síndico, que con sus cuentas no nos dejará quien lo cuente en el depauperado campo.

Así que veamos, Dn. Antonio: Si en la “ciudad está la diversidad y la innovación” según Tim Harford; “las ideas están en el aire” según Alfred Marshall; y el tope máximo de habitantes por ciudad debe de ser de un millón de personas según Oscar Niemeyer ¿Cómo se explica que con diversidad, innovación e ideas en el “aire” estén tan mal representados nuestros estamentos “culturales”? Estoy en verdad convencido, que hay más “aire” en el campo, por lo tanto, deben trasladarse a este medio: los “menos preparados”, para su reciclaje intelectual”. Es decir que pasen a cultivar la tierra,que es la forma de que presten un gran servicio en los abandonados predios rurales. Hay además otras causas, que en Asturias, deben ser tenidas en cuenta: ¿de dónde vamos a sacar los habitantes para llenar las ciudades del centro de la provincia, a razón del millón de Niemeyer?.

Gracias, Dn. Antonio, por sus datos. Quiero que sepa que guardo su artículo, porque al margen de mis argumentos, soy realista y veo como el campo agoniza desde hace muchos años, favor que se les debe a nuestros eminentes próceres y su gran saber hacer.

Pero antes de despedirme, les contaré a Ustedes algo que una prima carnal de mi madre, con 98 años me decía, no hace mucho tiempo en Vilaseca (Lugo): “El mundo (el de su aldea) se acabará por la sencilla razón de que no hay niños en la escuela”. No hay niños ni mayores en los pueblos. Quedan 5 habitantes en ese pueblo.

Haxa salú para aliviar el pesimismo de los que somos rústicos

Un ferreiro en Paris (2). Suiza

Si mi asombro fue mucho, más lo fue al llegar a Suiza. Aquí, en el nido de los relojes de cuco, ponen el huevo los corruptos de todo el planeta; así los cantonianos helvéticos saben aprovechar el rendimiento económico y tener un país bien cuidado. Esto sirve de consuelo, porque el robo y los paraísos fiscales son algo coetáneo al mundo de los sinvergüenzas.
Peor es que además de hacerse ricos, no cuiden el medio, como ocurre en la tierra que me vio nacer.

Muchos desplazamientos hicimos gracias a Eduardo Murias. Creo, si mal no recuerdo, que en Basilea, en poco más de medio kilómetro cuadrado, tienes tres fronteras. Es como decir que en determinados punto, puedes jugar a dar saltos o poner un pie en Francia, otro en Alemania y girando la cabeza mirar para Suiza; claro que estos casos se dan en muchos países, sólo que este último tiene más dinero y resulta fácil mirar para él (envidia cochina).

El caso es que visitamos Zurich, Berna y aquella hermosa Lucerna donde se conservaba un puente de madera, cuyo pasadizo estaba decorado artísticamente. Digo había o estaba, porque a los pocos años lo devoró un incendio. Claro que el fuego destruyó aquella joya, pero volvió a ser reconstruida y el puente Kappelbrücke vuelve a ser patrimonio de todos los que admiran y respetan el legado histórico, que debe llenarnos de orgullo.

Narrar este viaje por las tierras de la vieja Europa es evocar recuerdos imborrables, porque fue en un momento que resultaba gratificante para un proyecto, no muy concreto, ni afianzado; por lo tanto, encontrarse con algo serio, como se dijo al principio, fue un gran impulso para afianzar las ideas.

Viajamos a través de Interlaken y nos encontramos en Ballenberg. Todo el encomio que pueda hacer hoy de aquel momento, sería artificial. Allí encontré un museo, un Museo sin parangón. Decir que era ejemplar sólo es el dar a entender que mi asombro -sin los conceptos actuales- me produjo una traumática catarsis. Entramos a éste por la parte baja del valle. Un inmenso aparcamiento, hoteles, restaurantes, tiendas y demás dependencias podían conducir a una engañosa artificialidad. Pero ¡ay amigos míos! Poco más habíamos andado que unos 200 metros, cuando aparece en aquel pequeño río un molino harinero. ¡Sí, un molino andante funcionaba! Era de rodezno horizontal, salpicando el agua sus álabes sobre las paredes del “infierno”, como se llama en Asturias al espacio que alberga el mecanismo de rotación. El run run de las piedras, traía a mi memoria aquel otro molino de “Abadesa”, que funcionaba, cuando yo era un niño, en el regueiro de Grandas ¡Me hallaba en Suiza, sin embargo, estaba viendo un molino tradicional! Seguimos camino arriba, y otra vez el alborozo fue mayúsculo: cómo a unos 100 metros del anterior, ¡otro molino giraba!, giraba movido por un rodezno vertical que movía el mecanismo de molturación mediante un engranaje. En ambos casos, esos dos conjuntos ¡todas sus partes móviles eran de madera! ¡Qué maravilla, molinos de verdad en aquel Museo!.

Seguimos caminando y viendo que en aquellos empinados prados pastaban vacas en unos, ovejas en otros, cabras más allá. Todas y las distintas razas de ganado doméstico, formaban parte del conjunto del Museo. Gallinas, gansos, palomas y hasta cerdos, cuya espesa capa de cerdas más bien parecía lana. Llegamos a uno de los pueblos que representaba esa aldea de cualquier cantón Suizo, porque éstos estaban presentes en todo el Museo.

Los oficios y sus talleres aparecían por doquier. El herrero, la carpintería, que magistralmente se encuentra en las construcciones. Llegamos a una casa donde sus inquilinos fabricaban queso; podías comprar 0'50 ó 50 Kg, si lo querías. En otra, con gran humareda, se curaban chorizos y carne de cerdo en abundancia. Por cierto podías adquirir hasta huevos de pita; tan defenestrados por nuestras autoridades sanitarias. Una señora tejía, mientras otra manejaba el telar. Por mucho queme extienda narrándolo nunca llegará a reflejar aquella realidad. Allí no estaba representada por esa realidad virtual tan en boga, en la actualidad, en nuestros paupérrimos museos.

Suelo contar que si estuviera en Suiza, hubiera sido apreciado; pero claro, en ese hermoso país, no dejan hacer los museos a los ferreiros.

Volví por segunda vez a verlo en compañía de Gonzalo Morís; el Presidente de Sociedades Asturianas en Basilea y con Carlos Rubiera. Me imagino que hoy será tan idílico como yo lo conocí.

Al regreso del primer viaje, cuando devolví el cargador y la cámara que había manejado Salvador Rodríguez, se me ocurrió visitar al Consejero de Cultura, Dn. Manuel de la Cera. Lo hice de manera informal, irrumpí en su despacho sin previa solicitud de visita y le espeté: “levanta el culo de la silla y vete a ver cómo son los museos por Europa” Creo que no le pareció bien mi osadía. Sin embargo, los hubo peores; es algo así como “detrás vendrá quien bueno me hará”.

Querido amigos, así fue como llegó un ferreiro a París, y quedó gratamente sorprendido al ver aquel Museo en aquel país Helvético que no era una quimera como el de Grandas de Salime.
Haxa salú, porque “cosas veredes” dijo el Quijote a su escudero. Mi lesionada rodilla siguió cuarenta y cinco días más escayolada, y hoy pretenden maniatarme y amordazarme.

Pues eso, haxa salú

sábado, 10 de abril de 2010

Molino: ¿Romano?

Sr. Cuesta: no se precipite con el contenido del Museo, porque puede dar lugar a pequeños errores. Comprendo que desee lucirse como encargado de Dirección, pero todos entendemos su afán de protagonismo.

Uno de esos molinos es de estilo romano, pero no romano. Lo que hay romano es un molino que fue una composición de dos muelas de este origen; por lo tanto, no es una pieza original, quiero decir que sus elementos son dispares en cuanto a la procedencia.

A su disposición, pero por favor: use el plural del presente de indicativo del verbo tener; sino me considero estafado.

Haxa salú

martes, 6 de abril de 2010

Un ferreiro en París (1)

Hace muchos años, tantos como unos veintitrés, visitó un amigo el Museo Etnográfico de Grandas y me obsequió con unas diapositivas que había hecho en un museo de Checoslovaquia. Para poder visionarlas, pedí un proyector a un colaborador y disfruté de lugar, viendo que había sitios que eran realidad, y no la fantasía que albergaba mi cabeza. Cierta mañana, de un domingo, nos reunimos dos o tres amigos para ver aquélla maravilla y entre ellos, estaba el que fue médico de familia Dn. Eduardo Murias Siñeiriz. Como se pueden imaginar, fueron, por mi parte, muchas las alabanzas que hice de aquel lugar, ante lo cual me dice Eduardo: ¿Por qué no vamos a ver museos por esos países de Europa? Así que contesté: No están a la vuelta de la esquina. Sin embargo, este obstinado médico me ofreció, además de su compañía, su coche para realizar aquel mítico viaje. Y digo fabuloso porque se fraguó en ese instante ir a países de la Europa que contaban con museos dignos de mención. Así que cogimos el montante y para allá nos fuimos cinco amigos; unos a los museos y otros al mercado del coche de ocasión. Aquella expedición estaba formada por el Sr. Alcalde, José Cachafeiro, Salvador Rodríguez, un amigo ya fallecido llamado Arturo y los susodichos: galeno y el ferreiro, porta-cargador o improvisado museólogo.

Como no podía ser de otra manera, desde que se fundó el Museo de Grandas, Salvador fue cámara, regidor de filmación escénica y demás cargos sin remuneración.

El mismo día de la salida, y unas horas antes de la misma, me había fracturado en la rodilla menisco y ligamentos; pero como estaba bajo la férula de médico, éste la inmovilizó mediante un vendaje, que junto a cierto gel solidificador, dejó mi articulación rígida y lista para emprender el museístico e ilusionante periplo. Claro que aquello no impidió otros cuarenta y cinco días de pétreo escayolamiento.

Recuerdo, después de pasada aquella frontera de Irún, un país al que nunca alcanzaríamos. Si señor, la Francia era distinta, nada se parecía, por suerte para los gabachos, a nuestro hispánico terruño que atrás dejábamos. Así, anda que anda , o más bien corre que corre en el raudo coche, llegamos al París. Allí, allí se vio un ferreiro, en el París que bien vale una misa, cuan filibustero de pata de palo, con el cofre cargador de baterías al hombro. Visitamos el Museo de Louvre, y como no, el de Artes y Tradiciones Populares, instalado por aquel en el Bosque de Boulogne. Subimos al último piso de la Torre Eiffel, al último piso pero no al restaurante. Pasamos por Maxims; porque en este lugar no está prohibido pasar delante de su puerta. Los Campos Eliseos, Arco de Triunfo y cruzamos el Sena por no sé que puente. Salvador filmaba con aquella aparatosa cámara algunos lugares. Por cierto, en el Museo de Louvre, fuimos a ver a una dama rodeada de japoneses; diría más bien asediada. Cuando logramos, al fin, llegar hasta ella, no era más que un cuadro, protegido por cristales blindados, que nos “blindaba” una triste sonrisa ¡Pobre Gioconda! No es más que una una mujer lisa y llanamente ¡y no tan mona como dicen!; lo siento por Leonardo. De todas maneras, que quieren que les diga: me sentí como un importante ferreiro, ante una obra de arte, que era diminuta, para haber salido de las manos del gran da Vinci.

Después seguimos rumbo al germano país para ir hasta Düsseldorf, a través del nocturno recorrido por la autopista que cruza Bélgica. Digo noctívago, porque sabíamos por la hora, que ésta correspondía en el tiempo y el espacio a esos momentos en que el sol ilumina la otra parte del globo terráqueo. De no ser así, resultaría difícil discernir la noche del día, puesto que aquella vía, se hallaba profusamente iluminada con potentes focos, cada cien o ciento cincuenta metros. Luz, luz a raudales, producida por energía eléctrica, y consumida en un país en el que no había centrales que la produjeran; mientras en mi país, Villarpedre, el pueblo donde había nacido mi madre, carecía de luz eléctrica y estaba situado a tan solo 5 Km. de un gigantesco salto eléctrico llamado Salime; que por cierto, el pueblo que le dio nombre, tampoco la tiene en la actualidad. Paradojas de la justicia social, que priva a unos para que otros malgasten superfluamente.

Llegados a la ciudad de la ribera del Rhin, allí nos instalamos en un hotel español, al que nos había conducido Mario Sánchez, que era emigrante. Era este amigo conductor de un coche de un alto cargo de Correos. Conocía bien Alemania y por eso oficiaba de cicerone para indicarnos las direcciones adecuadas. Desde allí fuimos al Museo del Pan, en la Baja Renania. Visitamos a un conocido, director de un museo de etnografía, llamado Robert Plotz en Kevelaer que me dijo: ¡pero Pepe ferreiro, ¿no te había dicho que llamaras por teléfono si venias a mi país? Fuimos también al Museo de Neanderthal, porque en España nos quedaba más cerca nuestro pasado primitivo. ¡Ah!, sería por eso que me llamó mucho la atención lo cuidados que estaban los bosques y los parques en los que los árboles eran además autóctonos . ¡En fin, cosas veredes querido Sancho!

miércoles, 24 de marzo de 2010

Acotar con Mortos (y III)

Observen que la crónica se alarga y apenas recorrimos dos metros en ese local que alberga la forxa del Museo; pero con su permiso, permítaseme seguir con ello porque nunca tanto necesité insistir, citando esos viejos «trastos» que tan grato fue recuperar. Y si esto resulta largo, imagínense en una noche de insomnio que pasó todo este acontecer por mi mente .

Continuando, y a la derecha de ese torno de Villa, hay otra herramienta que sólo la voluntad de un amigo puso en mis manos:

Hace años me llama por teléfono Amadeo Méndez, al que yo no conocía, y me comunica la intención de donarme unas piezas de la vieja fragua de su padre. Me dice que es algo que tiene a bien poner a mi disposición para que yo custodie y considere propios. Lógicamente adquiero ese compromiso y me desplazo a Villacondide (Coaña), para ver in situ aquellas entrañables herramientas de la forxa del ferreiro de ese lugar. Allí estaba la viuda, Vidalina, que sabía que a partir de aquellos momentos sólo quedaría en el local el vacío de toda una vida de trabajos y sacrificios que había compartido con su marido Ramón, el ferreiro de Villacondide.

Por una parte disfrutaba recogiendo aquellas herramientas; por otra, sentía la incómoda sensación de ser el que desvalijaba el local donde alguien, con el mismo oficio que mi padre, y el mío desde la niñez, había forjado el hierro bajo el sofocante calor de la fragua. Es algo así como quitarle a alguien lo íntimo de su historia. Pero, claro, allí estaba aquel espectacular taladro de manubrio, con su volante de inercia, que enriquecería los fondos de la «forxa» del Museo Etnográfico de Grandas.

Sin embargo, aquí retrocederemos hasta finales del siglo XIX, para ubicar una fragua portátil; de un tiempo en que lo normal de la «forxa» de un ferreiro era el «barquín» o fuelle, que insuflaba el aire en el hogar donde se caldeaba el hierro que el ferreiro forjaría en caliente.

Me imagino, en aquella época, el asombro de los fuertes herreros, oyendo hablar de un sistema «moderno» que soplaba el fuego sin el rudimentario barquín. Y no sería para menos puesto que esta fragua, fabricada en los EE UU de América, fue propiedad de una empresa italiana, que hizo allá por el año 1910 unas prospecciones en unas minas de oro de la comarca.

Este artilugio fue recuperado por un vecino, que debió de usarlo durante un tiempo. Más tarde, al igual que gran parte de nuestro patrimonio, permaneció olvidado largo tiempo, hasta que al fin un día vino a parar a mis manos y, por fin, con muchos años y herrumbre encima, quedó integrada en los fondos de ese -nunca bien considerado- Museo de Grandas. Lo de respetado o apreciado es referido a los que carecen de sensibilidad.

Así seguimos con una historia en la que sólo nuestros deudos hablan a través de lo que fueron sus enseres. Y seguiremos también haciendo el recorrido por estas dependencias del Museo, aunque fueran clausuradas todas sus puertas y ventanas. Sólo el pensamiento, la mente, los recuerdos son patrimonio propio, y éstos no se pueden hurtar. Lo único que haremos será cambiar el título, en memoria de mi padre, que siempre dijo aquello de «acotar con mortos». Por eso, de ahora en adelante daremos pasos por el Museo, que nos hablan de su historia; que conviertan el deambular por él en el mítico recuerdo que al viejo los más viejos legaron.

Así que haxa salú por «ver, oír y sentir» en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime.

sábado, 20 de marzo de 2010

Rebelde Portaminas


Anoté en otra agenda: “se breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo”. Ésto dijo Dn. Miguel de Cervantes. Lo triste, lo doloroso, es cuando ni siquiera la brevedad, es cualidad que te asista. Así que en este caso lo sucinto o escueto está condicionado por el estado emocional, en el que estoy inmerso, y no por el sabio consejo cervantino.
Este blog, más que ese cuaderno de notas, es ese lugar de silencio, de reserva, en el que parece no haber nadie quien lo habite. Poco falta para que así sea pues como suele suceder, no sólo no se está cuando no se existe, sino que no se existe porque no se está; y que en Grandas convertimos en la frase:”el que nun aparece, escaece”.
Pero veamos ahora una cuestión física de la que no soy culpable: el lápiz o portaminas con el que escribo, es cónico por el extremo donde asoma la barrita de grafito. Este pequeño cono metálico lleva tiempo imantado; quiero decir que tiende a separarse del papel y apuntar hacia aquéllo que lo ofende. Es decir: sólo desea escribir sobre la necedad que nos circunda, y piensa que el cretinismo, majadería y estupidez, es un mal que hay que sufrir cuan plaga de una época; donde los charlatanes de feria están asentados en un hemiciclo, donde está prohibido tener juicio. No sé imaginan Vs. Ms. el trabajo que me da reprimir este vitriólico o ponzoñoso lápiz de ese magnetismo, que repele la inepcia Hoy debí empuñarlo medio aletargado, porque sino no creo que así dejara expresarme. ¡Qué manía tiene, el muy cuitado, hacia los mentecatos! Esperemos que se le pase con el apoyo que recibe de todos Ustedes. Denle tiempo, porque no hay aversión que dure siempre.
Por cierto, hace días conocí a la madre de María del Roxo; me saludó en Oviedo, porque asoció mi boina con el “ferreiro”. Fue una grata sorpresa, entre las que me brinda mucha gente.
El día que mi lápiz se vuelva dócil, hablaremos de esta etapa.
Haxa salú

martes, 9 de marzo de 2010

Geometría Analítica

Cierta funcionaria de la Consejería de Cultura preguntó dónde estaba Salas. ¿Qué les parece si les digo que hizo bien en preguntar? Salas es la puerta del Occidente asturiano, y no todo el mundo tiene por qué saber dónde está Salas, si tenemos en cuenta que la pregunta se hacía desde un despacho, que no está en el Pico Aguión, desde donde se divisa hasta el Palo. Pero bueno, esto es lo de menos. Lo de menos, si tenemos en cuenta que Salas está donde está, y en Cultura no está lo que debiera estar.

No recuerdo muy bien cuántos kilómetros hay entere Salas y Cornellana 8 o 9 ¿Y qué importa la distancia entre dos puntos? Si la distancia que separa Cornellana de Cultura es igual al cuadrado de la cateta por sí misma, más el coeficiente del resultado de la hipotenusa y su correspondiente cateto elevado al cuadrado.

O séase, en Cornellana hay un cenobio, que no tiene nada que ver con los catetos; y si se hubiese restaurado a su debido tiempo hubiera servido de archivo general de Asturias, equidistante dentro del triángulo que forma la provincia etcétera, etcétera. La cárcel de Oviedo, Museo de Bellas Artes, y el Hospitalón se ampliaba con el despilfarro del Hospitalón y el museo de lo dicho. ¡Todos contentos y con poco gasto!

Lo expuse hace muchos años.

Haxa salú.

lunes, 8 de marzo de 2010

Cuidando a los buenos amigos

Hoy eche el día en el Oviedín del alma, visitando a los amigos, que tengo desatendidos. Pasé a ver a Alberto Polledo por su librería, en la calle Pelayo. Alberto, hombre de gran sensibilidad en temas asturianos, medioambientales y culturales, me hizo entrega de tres mil firmas de apoyo y además me regaló un libro para que aproveche estos días de horas bajas. Prometo seguir su consejo.

martes, 2 de marzo de 2010

Acotar con Mortos (II)

Lo dicho en el capítulo anterior apostilla y creo que da sobrado sentido a la frase del título. En este caso, además me convierte en el autor material de acontecimientos que sólo afianzan el convencimiento que me une al pasado.

Recorro y recorro ese Museo de forma mental. En él me resulta sencillo rememorar la historia de cada pieza y precisamente aquí es donde no puedo eludir la modestia. ¿Qué importancia tienen esas leyes que pueden darte derechos? ¿Es que acaso no existe algo que está por encima de esos criterios? Pero precisamente vamos a situar esta causa como inicio de la historia.

En mis, acertados o no, argumentos influyó ese exponer al tallado madero cómo habían llegado al Museo aquellos fondos. Lógicamente comencé en la Forxa, porque no podría ser de otra manera. Además allí está la fotografía de Benino, el ferreiro, trabajando en la fragua. Y seguí de esta manera:

Mira tú por dónde, estas dos sierras de metales que me dio Angelín de Vegadeo estuvieron prestando servicio en aquel taller, y eran muy apreciadas por sus interesantes servicios. Sin embargo, él que tanto empeño puso en adquirirlas para mejorar la producción ya está muerto. Fue el padre de Ángel y era un modélico artesano que fabricaba todo aquello que tenía relación con la agricultura y los medios de transporte, pero tampoco era extraño que en aquel taller no se solucionara el problema del molino o cualquier otro, de la que podríamos llamar entonces alta tecnología. Meditas sobre las ilusiones y perdidas horas de sueño de aquel hombre para reparar viejos útiles y piensas que sólo por esto mereció la pena salvaguardar esos fondos.

A su lado un importante torno, allí está estático. Es sólo otro silencioso útil de trabajo que nada cuenta. Nada dice porque sólo el animismo citado anteriormente nos hará oír su historia. Esta la intuimos, pero sabemos además por mediación del querido amigo Ángel Villa Valdés que su abuelo, llamado también Ángel, manejaba aquella precisa máquina a principios del siglo XX. Decir aquí la función de la misma resultaría ocioso o innecesario porque sólo queremos oír el relato de la leyenda que nos une a ella. Los datos técnicos, aplicaciones y uso son para la ficha que la describe fríamente. Nosotros sabemos que en esa máquina daban pedal sus hijas para que Ángel tornease. Allí aquel armero reparaba todo tipo de armas, y lo mismo salía de sus manos la pieza para reparar una bicicleta que una máquina de coser de Timoner. ¡Ah! pero no queda aquí su histórica función. Ángel puso en punto el reloj y también el arma que empuñó el minero en aquella mítica Revolución del 34. No es que esto dignifique la función de la máquina, pues nada haya más aberrante que los hombres diriman sus diferencias en un conflicto armado, pero tampoco es responsable el mecanismo de los conflictos humanos. Aquel hombre que había ganado un concurso de aprendices en la fábrica de La Vega de Oviedo pasó a fábrica de Mieres en 1920 y arremete el montaje de la Armería Villa comprando aquel torno de entre los restos o saldos de materiales procedentes de la I Guerra Mundial. Se haría muy largo narrar aquí toda esa historia; por lo tanto creo que el homenaje a su buen hacer como minucioso oficial consiste en conservar sus herramientas de trabajo. He aquí otro alegato que prueba que a los muertos no queda otra forma de respetarlos sino rindiendo culto a lo que fueron sus pertenencias; porque aunque les parezca banal, a mí me condicionaba.

Les dije cómo había sido ese éxtasis o descubrimiento de una realidad provocada, durante el día anterior, por la ira y la obsesiva idea de revancha pero, fuera el hijo del carpintero u otra causa, recapacité y vi. Sí, vi que lo único digno que debe uno hacer es aquello que ennoblezca a la persona, aunque para ello sea necesario «acotar con mortos».

Haxa salú.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Acotar con Mortos (I)

Los muertos primero,
porque primero fueron.

Los muertos son materia orgánica, desde el punto de vista biológico, pero ellos son o fueron los orígenes de nosotros mismos. ¡Qué importancia tienen en nuestros acontecimientos diarios! Podemos olvidarlos u obviarlos; sin embargo, en los momentos decisivos, si pretendemos ser coherentes, sensatos y actuar de acuerdo con los consejos que nuestros padres nos dieron, surgirán aquellos recuerdos, nítidos, como si estuvieran presentes. Claro que esto puede ser así o no, pero la sociedad evoluciona, estática o simplemente permanezca ajena a la historia, ésta es fruto de acontecimientos anteriores. Lo que no quiere decir que pueda comportarse espuriamente, porque el ser o el estar no depende sólo de la educación adquirida. ¿Me siguen, me siguen?, como dice un amigo mío.

Mi padre solía repetir la frase «non vale acotar con mortos» o también «alegar con mortos». Quiere decir esto que no deben darse como referencia aquellos datos que no sean fehacientes; ni tampoco que lo que pretendemos dar como testimonio sea fundado en aquellos que no pueden testificar esa realidad. Es muy amplio el sentido de estas frases, pero no voy a extenderme excesivamente, porque a lo largo de este escrito considero que será entendida la filosofía del acertado dicho.

Veamos ahora cómo se desarrollaron los hechos que dan lugar a este escrito.

Como muchos de ustedes saben, cierta actuación gubernativa me llevó a quedar indefenso ante los elementos. Porque ya ven que hasta la Armada Invencible quedó inerme ante los elementos, que en este caso no son atmosféricos. Claro que cualquier acción está justificada, cuando la respalda la patética cuadrilla, que naturalmente representa a algunos ciudadanos; aunque otros nos avergoncemos de la ausencia de libertad.

El día 4 de febrero hube de desplazarme a Oviedo. No es necesario decir las causas, porque la relación es análoga: con esa misma fecha había sido publicado un artículo mío, en LA NUEVA ESPAÑA, que buscaba el símil de mi purga con la del hijo de cierto carpintero que había sido crucificado. El caso es que en la casa donde solemos alojarnos, algunas veces, es de una prima, que la pobre mujer está ingresada en la residencia sanitaria. Siempre que quisimos estuvo a nuestra disposición su vivienda. Mi esposa Olga puso nuestro equipaje en una de las habitaciones y allí nos dispusimos a pernoctar. Como pueden imaginarse, las horas de descanso se convierten en un duermevela provocado por la inquietud de considerarme injustamente tratado. Si a esto añadimos la información que había recibido de los letrados, convertían mi ánimo en una especie de euforia y entusiasmo, que me impedía razonar, pensando en cómo resarcirme de la odiosa arbitrariedad a la que estaba siendo sometido.

Desperté sobresaltado a las 05.40 de la madrugada y vuelto a los orígenes del tema. Encendí la luz y en esto fijé mi atención en una talla de un Jesucristo que Balbina había recuperado hace algo así como medio siglo. Faltaba la cruz, pues ésta había sido devorada por la polilla, y esta falta en el conjunto convirtió al crucificado en una talla, colgada ahora por un pequeño cáncamo entre sus omóplatos, en el protagonista del lienzo de aquella blanca pared. Y así comencé un soliloquio con aquel crucificado sin cruz. Digo soliloquio porque Él no mantuvo ningún diálogo conmigo, aunque debió de agradecerme que me alegrara de verle sin clavos.

Les juro que no fue nada de misticismo a la Santa Teresa; ni San Juan de la Cruz influyó en mi repentino éxtasis espiritual. Sólo, sólo el contenido, los fondos y la importancia de ese patrimonio cultural contenían motivo de vela y preocupación. Incluso por encima de esas leyes que puedan conferir propiedad o pertenencia; demostrándolo documentalmente. Pero fue aquí, en ese momento de clarividencia donde sólo los muertos fueron los que hablaron. Los muertos, su historia; el animismo de ese patrimonio, que quiera o no me ata al contenido del Museo Etnográfico de Grandas de Salime. Ahí volví de nuevo a recorrer aquella larga historia de sacrificios e incomprensiones.

Pero, queridos amigos, no puedo resumir en este primer capítulo ese emocionante periplo. Además, deseo que ustedes me acompañen en este viaje y vayan conociendo detalles hasta ahora desconocidos y ni siquiera planteados. Como decía mi padre, será «acotar con mortos», pero éstos dejaron en vida tantos testimonios que yo no puedo de forma orgullosa y materialista obviarlos.

¡Haxa salú!, y síganme si lo creen interesante.

martes, 9 de febrero de 2010

Artículo de Gonzalo Morís y Alfonso Canteli, representantes de la Asociación de Amigos del Museo Etnográfico de Grandas de Salime y de la Universidad, en el Consorcio para la Gestión del Museo de Grandas.

Sobre el Museo Etnográfico de Grandas de Salime y su Consorcio

La creación del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, fruto de los esfuerzos de José Naveiras Escanlar “Pepe el Ferreiro”, es una de las iniciativas más notables que han tenido lugar en Asturias para la protección y estudio del Patrimonio etnográfico de la Región. No se confunda: estas no son nuestras palabras, sino el preámbulo que encabeza los Estatutos del Consorcio para la Gestión del Museo Etnográfico de Grandas de Salime. Y continúa: Nace bajo el patrocinio de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Principado de Asturias y del Ayuntamiento de Grandas de Salime, que colaboran directamente con su fundador.

El último párrafo nos recuerda la experiencia que vivió el profesor Emilio Bautista en una visita que realizó, como Director de la ETSII de Madrid, a una Universidad de Hungría durante los años del comunismo, cuando allí se afanaban en presentar los logros del régimen. Para terminar la conversación, el profesor Bautista, ahíto de las alabanzas escuchadas, presentó una última cuestión por pura cortesía sobre cómo se elegían los cargos de aquella Universidad. El responsable expuso (en húngaro) su particular visión sobre las excelencias democráticas de su institución, mientras la joven traductora tomaba nota. Cuando acabó la perorata, aquélla, con una voz cansina y monótona, fue traduciendo una a una aquellas maravillas concluyendo, sin traicionar el menor cambio de tono o emoción, como si efectivamente formara parte de la traducción real: “y esto, como todo lo anterior es todo mentira”.

El grado de incumplimiento de los estatutos del Consorcio en ciertos casos ha sido flagrante: tanto el alcalde de Grandas de Salime como el representante de Cajastur no han tenido el más mínimo reparo en reconocer, según consta en las actas del Consorcio, que no han aportado la cantidad convenida (Artículo 19.2 de los estatutos) al Museo desde hace unos cinco años, en el primer caso, y más de diez años, en el segundo caso, en una clara dejación de sus compromisos.

Sobre la posible creencia que es el Consorcio el que ha decidido el cese de Pepe conviene aclarar que, efectivamente, esta decisión por guardar las formas, se sometió a democrática votación, pero no es menos cierto que estaba tomada de antemano, puesto que como punto 5 del orden del día figuraba “Cese y nombramiento del director”, y que ya se había buscado un sustituto antes de conocer la opinión o decisión del conjunto del Consorcio. Sustituto que ya estaba camino de Grandas de Salime antes de debatirse ese punto 5. Y es que no debe de extrañar la seguridad que existía sobre la decisión de la mayoría del Consorcio: cuatro de sus ocho componentes proceden de Consejerías del Gobierno Regional, el quinto es el alcalde de Grandas de Salime y el sexto pertenece a Cajastur. De ahí que ese sesgo político del Consorcio nos permita albergar dudas sobre si su composición es la idónea para garantizar unos sanos criterios profesionales que aseguren el éxito etnográfico del Museo.

En la reunión se trató de derivar el tema de fondo hacia la “filtración” a la prensa de la noticia. Que sepamos, según los estatutos, no hemos contraído ningún deber de confidencialidad relativa a mantener en secreto el orden del día de la reunión del Consorcio. Nuestra función, como representantes respectivamente de la Universidad y de la Asociación de Amigos del Museo, aparte de gastos y, por lo que se ve ahora, de disgustos, no nos aporta más que el enriquecimiento que supone la vivencia de una dura experiencia humana. La pretensión de que nosotros, eludiéramos ponernos en contacto de inmediato con Pepe, al comprobar cómo se fraguaba con oscurantismo el “Cese y sustitución del director” (ni siquiera se añadía “del Museo”, lo que revela la intencionalidad), no es de recibo. Por supuesto que a Pepe no se le había comunicado la mala nueva. Claro que lo de “filtrar” es un tic político de los partidos, que atañe a los que tienen competencias y cobran por un cargo, algo que no es aquí el caso. Ni siquiera tuvimos el mérito de ser nosotros los que nos dirigimos a la prensa, aunque sólo cabe felicitar a quien optó por hacerlo.

De ahí que dado que las funciones del Museo han sido cumplidas mucho más que satisfactoriamente, cabe deducir que el cese no ha sido una penalización por una mala gestión o por un fracaso cultural del Museo, sino el resultado de un “proyecto político” para el que tal vez Pepe, siempre pensando en una mejora del Museo y en su expansión, no ofrecía las garantías que esa misión política requería. Como miembros del Consorcio desconocemos esa trascendental misión futura del Museo, que aún no se nos comunicó. De los argumentos aportados por el Sr. Alcalde de Grandas durante la malhadada sesión preferimos olvidarnos por no ser dignos de consideración. Mal que bien, nuestra formación como docentes nos impide dar credibilidad a unas aseveraciones gratuitas, acientíficas y obviamente falsas, como las que el Sr. Alcalde se atrevió a expresar.

Lo que conviene aclarar a esos detractores de Pepe que argumentan “es que hay que mirar por el contribuyente” para justificar su cese, tratando de atribuirle una gravosa gestión, es que nada hay mejor que analizar esa gestión para probar justamente lo contrario: el beneficio que ha supuesto para el contribuyente. Ahí están los cerca de 400.000 Euros de saldo. Recuerden el coste adicional que va a tener, de inmediato, la contratación del nuevo director. Pepe puso en ese proyecto de Museo toda su vida: fe ilusión y sacrificio en el futuro del Museo, profundo saber etnográfico, arraigo pleno en la comarca y en la región, alto conocimiento de sus costumbres y tradiciones, implicación en la adquisición de piezas y compromiso artesanal hasta el límite para la restauración directa en el taller de los objetos adquiridos o en situación de cesión, obtención de subvenciones por iniciativa propia, consecución de subvenciones de la administración central, ejecución material de edificios, transporte de hórreos y molino piedra a piedra, disposición de guías voluntarias a quien lo requería, en especial a todos los escolares que año tras año aparecían por aquel remoto paraje y contribución directa en ideas, que van desde la propia restauración del edificio inicial y aledaños hasta el logotipo del museo y que convenza a un amplio círculo de entusiastas para ceder material al museo, porque el proyecto vale la pena. Su mediación en la promoción arqueológica del Chao San Martín fue providencial convenciendo a la administración por procedimientos heterodoxos de la importancia de proceder a una excavación de un castro, a la que inicialmente se mostró muy reticente, y que hoy es una referencia de la arqueología asturiana, rompiendo esquema tras esquema de la visión que se tenía de los castros prehistóricos. Podíamos continuar pero ya no hay espacio.

En cualquier caso, queremos evocar ahora la actuación de aquellos políticos, como Manuel de la Cera, Trinidad Fernández, Carlos Madera y Adolfo Rodríguez Asensio, por citar solamente algunos, ya que seguro que omitimos injustamente alguno más, que, en aras del bien del Museo y del interés común, supieron contener una saludable indignación ante las no-siempre justificadas salidas de Pepe el Ferreiro. Ellos, renunciaron en ocasiones a su legítimo derecho de réplica y a su orgullo en favor del Museo y del interés público y, por ello, merecen nuestro reconocimiento, en especial ahora.

Sólo nos queda expresar el deseo y la esperanza de que haya posibilidad de rectificación por parte de esa parte del Consorcio que decidió el cese, para reconducir esta lamentable situación por el presente del Museo y por el futuro de la cultura etnográfica en Asturias.


Gijón 9 de febrero de 2010.