viernes, 30 de octubre de 2009

Acertada rectificación

Supongo que muchas de Vs. Ms., habrán oído el caso de aquel señor que escribía a veces en los periódicos artículos de protesta. En verdad que había lugar, pero en cierta ocasión la crítica fue algo más exacerbada y dijo que el alcalde y la mitad de los ediles eran, además de caciques, tontos. Como era de esperar el alcalde lo llamó a capítulo, y tras la correspondiente reprimenda, le conminó a rectificar en la prensa aquellos calificativos un tanto fuera de lugar. Al día siguiente pidió disculpas y dijo que la mitad de los concejales no eran caciques ni tontos.

Por lo tanto, yo rectifico también y digo que la mitad de las corporaciones de este país no son corruptas.
De nada. ¡Faltaría más! Haxa salú

jueves, 29 de octubre de 2009

Obsoleto sistema

A veces lo importante queda relegado y con esto pasa el tiempo. Quiero decir que por causas relacionadas con el Museo y otras menudencias, que ocupan mi cabeza, sin que por ello sirvan para arreglar los graves temas que aquejan la sociedad en la que me tocó vivir, convivir o subsistir, y dan lugar a que lo trascendental siga ahí postergado. Así que de hoy no pasa.

Las cosas funcionan bien o mal cuando las componen distintas partes. Pero aún así a veces fallan ni con esas. Veamos un ejemplo: un coche tiene en su motor todos los mecanismos y sin embargo puede negarse a funcionar. Hace ya años me puse a montar el telar de bajo lizo en el Museo. Las piezas estaban dispuestas en el suelo para darle sentido al puzzle. Me decía: sí ésta va aquí y ésta otra más arriba, sobre ésta otra, puede ser que sea así. Vuelta a un lado, vuelta a otro, el telar tomó forma. ¡Ah!, pero hete aquí, que al final había dos piezas que no había donde colocarlas. Volver a desarmar resultaba embarazoso, no sólo por el temor a un peor resultado, sino que el tema urgía en ese desmedido interés por saber cómo funcionaría. Así que lo dejé, y esperé a que la tejedora, que conocía el artilugio, diera un vistazo a aquel complejo tinglado. Parece ser que aquello tenía arreglo porque no eran fundamentales y el telar funcionó con aquellos palitroques atados con unas cuerdas. Así estuvo hasta que se trasladó de lugar. En él la urdimbre y la trama dieron lugar a mantas. Estas mantas eran hechas, a veces, con retales o tiras de trapos.

Ahora veamos como armar el sistema hexaédrico, del que les hablé prescindiendo de “piezas” innecesarias. (ver entrada al Blog 29-09-2009)

Pongamos por caso que en cierto imaginario lugar del Planeta hay un sistema instituido que consta de 17 ministerios. Cuando tuvo 15, también desempeñaba su función (como el telar) así que dejándolo en 6, queda garantizado su funcionamiento; porque eliminando dinamismo burocrático quedan menos lugares de fricción, y por lo tanto, se necesita menor lubricación. O sea no hay que “engrasar” tanta “pieza” innecesaria. Además se economiza energía eléctrica, combustible, calefacción y tarjetas oro. Claro que se resentirá el pueblo y las fábricas de coches de lujo (el pueblo por el conductor) Esto es de lamentar, pero se le puede pagar igual el sueldo sin que tenga que conducir “cargas”/“cargos” inútiles (género inventado por una ministra).
–SEGUIRÁ-

miércoles, 28 de octubre de 2009

Putrefacción

¡Por favor, que no sigan descubriendo casos de corrupción, porque nos va a dar algo! Además, ¿quién gobernará? Claro que lo que sobra es sitio en las cárceles: ¡no van allí!

¡Qué cruz! ¡Qué país de pútridos!

Haxa salú

domingo, 25 de octubre de 2009

Pesimismo

El tilo que bordea
la casa en qué nací
evoca los recuerdos
más gratos para mí

De esta canción sólo recuerdo esta estrofa. La cantaba desde muy joven y me producía gozo. Aún hoy sigue siendo evocadora de recuerdos, cuando paseo bajo esos tilos que circundan la carretera un largo trecho. Allí donde creció ese primer tilo, en el que de chico, en algunas ocasiones el ferreiro, mi padre, me decía cogiera una rama para ahuyentar las moscas, algún díscolo caballo, que se negaba a permanecer sosegado por culpa de los molestos insectos, en el verano. Allí está hoy más crecido a pesar de aquellas pequeñas agresiones a las que era sometido su tronco. Allí está la casa que hizo mi abuelo Ceferino, en la que criaron a 11 hijos, él y mi abuela: además esta abnegada mujer padeció 6 malos partos, que harían un total de 17. De los que vivieron, 9 emigraron a esa vasta Argentina, y allí varios fenecieron sin volver nunca a esa casa en la que habían nacido. Después, Benigno, el ferreiro, se convirtió en el patriarca de la casa y junto con mi madre criaron 5 hijos. La primera murió, así que fueron 6. Allí crecimos y después nos fuimos emancipando. No eran tiempos fáciles. Una hermana mía emigró a Uruguay y un hermano también se fue a la extensa Argentina, a hacer las “américas”. Así que en ese allí, que era mi casa, vivíamos 5 y algunos aprendices de ferreiro que esporádicamente compartían el escaso espacio de la morada, donde antes, los antecesores fueran protegiendo aquella numerosa prole.

Todo era escaso; hasta las mangas de mi chaqueta. Sin embargo, el desgaste en la culera de mis pantalones, mostraba pródigamente los remiendos, o anteriormente generosos desgarrones, que dejaban ver la blanca tela de mis calzoncillos; quedando así el pudendo trasero expuesto a las indiscretas miradas de otros. Fueron tiempos malos de posguerra, pero ahí estábamos. Hoy, allí, donde transcurrió mi niñez, adolescencia y juventud hay una casa vacía y un tilo, que observa indiferente la nada; 15 viviendas vacías son la muestra de un barrio. Más de 100 en el pueblo, y 93 negocios, grandes y pequeños, que cesaron en su actividad en 5 décadas.

Ayer asistí a la magistral conferencia que se impartió en el RIDEA. Dn. Jesús Arango Fernández mostró estadísticamente los cambios en la agricultura y demostró que las cosas mejoraron económicamente. Sí, Jesús, querido amigo ¡claro que tus datos son ciertos! Pero ¿te das cuenta que son fríos y no vienen a paliar el despoblamiento del campo? ¿Que Asturias, que la Asturias occidental no existirá dentro de 10 años? No existirá nadie, porque se acabarán sus habitantes, por una cuestión de envejecimiento, sin que nadie tomara una sola medida para evitarlo. No para evitar un hecho incuestionable como es la muerte, pero sí para que hubiera un relevo generacional. Sí Jesús, caro amigo, si había, y aún hay solución, si se quisiera hacer, pero nuestros gobernantes están demasiado endiosados para hacerlo. Sí, Jesús, apreciado amigo, la hay, y tú lo sabes. Además, permíteme que te diga que prefiero un populoso barrio de desarrapados, donde los pobres éramos felices; los niños jugaban, se cantaba y se reía; que una ciudad de autómatas o una aldea vacía. Es posible que mi aldeanismo esté marcado por haberme criado en un barrio casi marginal, llamado el Ferreiro; al lado de otro en el que la miseria parecía cebarse con sus moradores. O que mi edad, ya en la senectud, haga que me aferre a recuerdos imposibles; como aquel anciano de Salime, que creía que el río Navia jamás anegaría su casa. La que fue mi morada está vacía, pero Jesús, lo que está vacío también es mi pecho; mi corazón constreñido, angustiado, por la dejadez a la que sometieron esta, siempre, ultrajada tierra del Occidente asturiano. Espacio, espacio es lo que queda para el vacío absoluto; la maleza en la que los zarzales lo invaden todo y el tilo que bordea la casa en que nací.

Haxa salu
INCORRECCIÓN

En ese mismo día, en que llegan a Oviedo, los Príncipes, para la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, hay un desmesurado despliegue de fuerzas policiales de todo tipo; Oigan Vs. Ms. lo que cierto superior, de uno de esos cuerpos decía en la Plaza del Sol, y fue oído por mi mujer: “Sólo la plebe se mueve por estos lugares”. Fue inadecuado el calificativo, viniendo de un representante del pueblo, populacho, chusma, masa, vulgo etc. del que seguramente proviene, a juzgar por su ordinariez, vulgaridad e incondicional sumisión a la superioridad; al servilismo y pleitesía que rinde al poder establecido en cada momento. ¡Qué no caigamos bajo la férula de su porra!

Haxa salú

viernes, 23 de octubre de 2009

Mis conclusiones: congreso rural en Salas

Asistí, invitado a ese Congreso que tuvo lugar en la villa de Salas, e incluso participé en una de sus mesas redondas. Es curioso que mis conclusiones no coincidan con lo expuesto por alguno de los ponentes, y salga siempre a la superficie, mi lado negativo. Trato de evitarlo pero al final, triunfa el botarate que llevo en mi interior. De todas maneras, ¿Qué ocurre para que veamos con indiferencia el despoblamiento, envejecimiento y abulia del deshabitado medio rural? ¿Es posible que sea yo el equivocado? ¿Qué esto tenga solución? Lo dudo; pero a lo mejor es factible. De todas maneras, en ese Congreso, no vi un solo actor de esa realidad rural. Allí estábamos los teóricos (unos más que otros) que para paliar ese despoblamiento del campo usamos, como los políticos, la demagogia. Menos mal que al hallarse ausente la masa campesina, ignora que nos aprovechamos de su pasividad. El caso es que en treinta años se acabó con el campo. “Entre todos la matamos y ella sola se murió”

Al hablar con un célebre economista, le expuse mi razonamiento sobre la falta de aquellos productos naturales que en el campo antes se producían; me contestó que gracias a ese cambio en los medios de producción se había mitigado mucha hambre en el mundo. Es cierto, pero yo sigo echando en falta aquellos ecológicos frutos de la tierra, que daban lugar a una variada gastronomía. También dijo después algo que se contradecía: “la necesidad de conservar el campo”. Además no dejo de preguntarme si con los productos no dejaran de existir también esos actores y el campo será lo que creo pretenden algunos: “espacio natural de alto valor cinegético”. Y como si nosotros actuáramos a espaldas de la realidad, encubriendo a los protagonistas de tal atropello. Tropelía y afrenta a esas formas de vida, que deja en uno esa sensación de mala conciencia.

ANOTACIÓN MARGINAL

En una de las crónicas que colgué en este cainzo, dije que quedaban deslegitimizados para opinar sobre este tema, todos aquéllos que desempeñaron un cargo público; en ese caso si éste está ligado a la Consejería de Agricultura. Pues véanlo Vs. Ms.: nos dice un alcalde, (campesino para más agravio), que lleva treinta años en el cargo y cuatro de estos los pasó como Director del Instituto de Desarrollo Rural (¿…?) o Director General de agricultura: “Si no se frena el abandono del campo, habrá una incidencia negativa en el turismo” (¡sin palabras!).

Seguimos: El día 22 de este seco octubre, tengo pensado asistir a otra ponencia de cierto exconsejero de Agricultura que tendrá su actuación en el RIDEA, en el Foro de Debate sobre el “Futuro” del Medio Rural en Asturias, que tuvo a bien titular: “Agricultura y Espacio Rural en Asturias”.

De momento nada puedo opinar de lo que pueda decir alguien sobre el patológico estado del enfermo; aunque éste yo lo vea agónico. Mortus et nun rebuxes (latín grandalés de dice: muerto está, pues no se mueve).

Si no fueran los reproches que se me hacen por extenso seguiría. Y sigo y digo: Bien por “La Escultura en Norte”, de esa bienal de Salas.

¿Leer no es malo? ¿No tiene efectos secundarios para la salud? ¿Entonces la intoxicación de que proviene?

Haxa salú

miércoles, 21 de octubre de 2009

Música y derechos

Entre mis preferencias musicales y manías del tarareo, hay tres o cuatro referidas a la música clásica. Una de ellas es del compositor Maurice Ravel, con su Bolero. Como saben Ustedes, en ese concierto van incorporándose instrumentos y sus intérpretes, al mismo tiempo que la sintonía y la inflexión de sus acordes, aumentan de volumen. De esta manera, cada vez con más intensidad, suenan los repetidos sonidos, que me conducen al paroxismo o frenesí, en el que llego a convertirme en el director de la orquesta. Como comprenderán esta mutación es sólo mímica, pero sí es cierto que emocionante. La melodía llega a mis conductos auditivos y éstos la transmiten al cerebro. Allí, sin saber si la sensibilidad interpretativa es acertada o no, se convierte en esa sensación placentera, y por lo tanto es algo inherente a mi persona. Es más: si mi melomanía es incorrecta, no por eso nadie cercena, amputa o mutila mis orejas. Sin embargo, vean ahora como mis derechos como ciudadano pueden ser avasallados, sin tener en cuenta aquello concerniente al individuo y de lo que nunca debe ser privado.

Mediante clases teóricas y prácticas se me hace poseedor de un documento -personal e intransferible- que me faculta para transitar, por las vías públicas adecuadas, con un vehículo a motor. El citado documento, me obliga a cumplir con las obligaciones que el código de circulación exige. Por cierto, estas normas son promulgadas por los mismos que me autorizan o capacitan -bien o mal- para hacer uso de las mismas; dando así ejemplo de su buen hacer. Sin embargo, no es así. Su mala conciencia o contradicción los convierte en hipócritas: hacen o legislan mal y lo corrigen con otra ley que conculca mis derechos. Es tal el atropello que debieran ser sancionados con la privación de libertad y fuertes multas, tal como ellos imponen a los demás. Ese documento o carné, al igual que mi sentido de la música, es personal, por lo tanto intocable. ¡Ah! Pero no. Vean sino la argucia de la que se sirven: nos dan el título bajo el compromiso de cumplir con las normas. Nos sancionan si no lo hacemos; y como en las vías somos irresponsables, en vez de educarnos para que seamos cívicamente correctos nos endilgan la ley que les permite quedarse con ese personal documento. Y que vergüenza: ¡le llaman puntos a la desfachatez! Cuando los únicos “puntos” impresentables son aquéllos que promulgan la Ley, que contradice al código, que exige el cumplimiento de la misma, y atenta contra los intereses del ciudadano. Como si a cualquier titulado, por imprudente, se le pudiera desposeer de su título; porque de ser esto así, había que retirar los puntos a muchos “puntos”. ¡Qué país!

Llega a mis oídos los armónicos acordes de Bolero, que aunque se repiten, no son inconsecuentes.

Haxa salú

viernes, 16 de octubre de 2009

Información privilegiada

En muchas ocasiones los visitantes del Museo de Grandas son una fuente de información esencial, para dar con fondos impensables, que de otra manera no se conseguirían. Así fue que en una de esas privilegiadas e indiscretas escuchas de la conversación de un grupo, oí unos comentarios de cierto señor, que llamaron mi atención; era éste José, de la casa llamada del Torneiro, de Busmente, concejo de Villayón. Al iniciar los comentarios con el citado, sobre ese lugar, desconocido para mí por aquel entonces, descubrí que era hijo de María, la señora que cuando yo era niño, conocí comprando mantequilla por los pueblos de la comarca, y a la que mi padre, herraba las mulas, en aquel ya lejano pasado. Recuerdo que en la época canicular, María colocaba las bolsas o sacas, en las que sus bestias portaban la manteiga, en la fuente para que no se fundiera; mientras herraban y volvía a emprender la marcha al atardecer, pues su peregrinar de pueblo en pueblo era nocturno. Vendía también mazaderas hechas al torno, para la elaboración de ese lácteo producto, y solía traer además alguna jarra llamada canada para el vino. Así, entre comentario y comentario, José me hizo saber que en su casa se conservaba el torno, herramientas y algunas piezas que el había guardado de aquel oficio que su padre practicaba como medio de ayuda a su economía. Este hombre tenía por aquel entonces 83 años; así que hoy, superaría los cien, y aún sería más sabio. Gracias a él y a su familia adquirí esos preciados fondos en el Busmente legendario de mis recuerdos.

En otro valle de ese concejo se halla el pueblo de Lendequintá o dirían los castellanizantes: Llendequintana. Allí nació otra María, que a los 6 años la trasplantaron sus padres a Oviedo. Y cito el desarraigo que por desgracia para un concejo, significa el que sus vecinos se vieran obligados a la diáspora, en busca de mejores medios de vida. Hoy María regenta el restaurante “el Fartuquín”, en Oviedo, y allí degusté cierto y bien preparado condumio, acompañado de unos amigos y mi mujer, que participaron en la manduca.

Haxa salú

viernes, 9 de octubre de 2009

Hexaedro o cubo como sistema político




Recordarán que hace unos días expuse mi opinión sobre “negocio en los museos”, y cierta utopía que surgió al desarrollar la lógica, aplicada al marketing. Estoy convencido que no hay más realidad que la que surge del razonamiento sensato. Aunque no debe considerarse esto como una máxima absoluta, porque la insensatez, en uno u otro momento, puede manifestarse. Véase sino la realidad que nos circunda.

Cuando se descubre que todo defecto en el diario acontecer político, está en un cuerpo geométrico regular se acaba pronunciando: ¡Eureka! Lo he descubierto. Sí, sí puede sonar a broma, pero es cierto.

Dije aquello de que los males provenían de un mal planteamiento político, pues éste, al ser piramidal y terminar en cúspide, no deja espacio; sólo permite un asiento, afincado en el vértice por un “clavo” que meten en la “base”. Es más, el término demos-kratia (creo que se escribe así) o participación del pueblo en los asuntos de gobierno, queda totalmente desvirtuado. Es como si por simbiosis, o si el efecto de la luz fuese absorbido por eso que llaman “agujero negro” en el espacio sideral y se armonizaran en un perpetuo complot. Quiero decir: democracia. Así que los griegos nos transmitieron un sistema, que muy bien en teoría, pero en la práctica actual carece de significado. Pero no convirtamos lo complejo en abstracto para volver a centrarnos sobre cómo dar solución al problema:

Por lo tanto, erradiquemos el mal, que no es otro que ese tetraedro de las cuatro posturas, siempre kamasutrenses, para copular a las “bases”; cuando no sodomizarlas.

Bien. Puesto que el poder es el definido anteriormente, invierta las pirámides – que en este caso deben ser truncadas- y situémoslas formando ese cuerpo regular al que llamamos hexaedro. De esta forma, en el centro queda un espacio también hexaédrico que llamamos “dado”. Algo así como un diamante tallado a seis caras, a través de las cuales se irradia la luz del buen hacer con total transparencia. Es más: los visos serán tan proporcionados, que desde cualquiera de las “bases” (pueblo) se verá el centro que ocupa el “dado”; Con éste se puede jugar al juego “a” y al “b”. El juego “a” es de la república. O sea: cada seis años cambiamos de “dado”, que en este caso es el presidente. El juego “b” es algo más complicado y monótono, lo llamaremos monarquía. Este consiste esn manejar, hipotéticamente, ejércitos de tierra, mar y aire, de la siguiente manera: Para el primero, se viste a la persona con ropa verde de gala o ropa del mismo color; sólo que de camuflaje. En el segundo caso, ropa blanca para la gala y ropa azul para el diario trajín. En el tercer movimiento o juego: lo vestimos de azul y azul camuflaje. Lógicamente, juegos de gorras, cascos y entorchados: cordones, orlas, fajines, sables, estrellas y distintivos en general (o más que general) según los cuerpos, y para boato del poder representado: tales como bombetas, anclas y alitas de ángel. En la vida privada el personaje puede usar, como prenda de cabeza, la corona real (no ficticia).

Este juego, como ya se dijo, es embarazoso, pero muy bonito. Lo malo es que resulta tedioso y aburrido. Es como tener un madelman para toda la vida; y que además los “padres” (de la patria) no te dejaran jugar con él. Tiene de práctico, que al igual que en el hexaedro, con seis trajes lo vestimos; más los aparejos, pero bueno estos últimos en la vestimenta, no dejan de ser adornos.


Sigamos ahora con el desarrollo de ese geométrico cuerpo: Entre las diversas formas en que podemos extender las truncadas pirámides hay una en forma de cruz que puede servir par aquellos “estados” no laicos; y el poder religioso queda representado. ¡Ah! Pero entre estos desarrollos hay otro peligroso: hacerlo en forma de Z. Vean por qué: la “base” de esa pirámide puede ser más o menos numerosa y el país con más o menos extenso; nacer en él un señor bajito o alto (con bigotito), que desee anexionarse otros territorios o naciones, y al tener mucha “base” o “masas”, opta por hacer dos “cetas” y para que estas formen un “todo” las entrecruza ¿Me entienden? Hay que prevenir hasta estos desarrollos de progresión geométrico-política.

Pero si a Ustedes no los aburro con este hexaédrico poder, casi perfecto seguiré; aunque los cuerpos se llamen regulares y el poder sea irregular.

Muchas veces me llamó la atención este “dado”. Sus caras cuadradas, y cuando iba a la escuela que el decímetro cúbico, lleno de agua fuera un litro, me entusiasmaba; regodeo, por aquella cuestión de que había que subir la temperatura del líquido elemento, o bajarla si estaba caliente (cuestiones físicas, que el chigrero soluciona con agua pura en el vino). Pues verán: ese cuadrado o polígono de cuatro lados iguales, me recuerda al genio italiano Leonardo da Vinci, con las proporciones del Hombre, dentro de un espacio cuadrangular. Si trazamos dos diagonales en el cuadro que forma el cuerpo humano, con los brazos en cruz y las piernas juntas, nos encontramos con que la intersección de estas líneas, es el centro del referido polígono y coincide exactamente con el nacimiento fálico en la zona púbica. La bolsa escrotal queda fuera del centro; por lo tanto el poder testicular que de ahí pudiera derivarse, queda anulado en el poder político hexaédrico, que originan los cuadrados. Aclaremos que los humanos de regulares tenemos poco; así que la proporción puede ser desproporcionada.

Además ¡Se dan cuenta lo relumbrante que resultaría en cualquier bandera la cruz o el “dado”? No haciendo la Z doble sirve para cualquier país. El dado les enseñaría a los americanos de EEUU, a doblar la enseña nacional en cuadrados y no en triángulos como lo vienen haciendo; además de quitar la pirámide de sus odiosos (por inalcanzables) dólares.

En los próximos capítulos sobre el hexaédrico poder, iré exponiéndoles a Ustedes su composición. También, como éste elimina estandartes, emblemas, cambia la bandera y todo aquello que sólo está respaldado por un obsoleto pasado histórico; que de brillante tienen poco. Además sino ¿de qué vale fundar un sistema, si de éste no exponemos su diseño y organigrama? Para no hacerlo ya tenemos representantes.

Haxa salú

miércoles, 7 de octubre de 2009

La libélula indiscreta


Este grácil insecto de regatos y charcos es carnívoro voraz, que no duda en comerse las larvas de numerosos insectos; por lo tanto, no es dañino. En su estado larvárico coge sus presas proyectando su trompa, y allí está en su acuoso medio tan pancha. Tiene la cabeza gruesa y redonda, ojos globosos y su cuerpo es alargado en la parte abdominal. Su descripción poco importaría, cuando un ser vivo como éste, se posa en tu mano, se deja fotografiar; convirtiéndose además en un visitante al Museo de Grandas, y con toda naturalidad se pone a ojear un folleto. El detalle de mirar –vete a saber si no leía- me llamó la atención porque muchos visitantes del Museo lo echan, al salir, directamente a la papelera, o al suelo sin tan siquiera el curioso vistazo. El caso es que el insecto con sus rápidos vuelos curioseaba en la superficie del banzao del molín, cuando lo vi y se posó, supongo que para descansar.

Creo que ya dije en otras ocasiones que dialogo con animales, plantas y algún que otro bicho, como en este caso el insecto. Algunos me entienden; otros no, pero me ocurre igual, a veces, con los humanos. Esto carece de importancia: aquél que no me entienda allá él. El caso es que a las libélulas les llamamos en Grandas “cabalín del demo” (caballito del demonio)- Por regla general la montura no tiene nada que ver con su jinete- pero en este caso se enfadó conmigo el cabalín como verán:

-¿Qué hay cabalín? ¿Qué faes?
-¡Ni soy caballo, ni me monta nadie! Vuelo este estanque del molín a ver si encuentro una hembra para perpetuar la especie.
-¡Vaya hombre! ¡Tampoco quería ofender!
- No, si la ofensa la haces al llamarme insecto. Insectos son los consejeros de las entidades bancarias, que chupan la sangre a los hipotecados, para trasfundirla después a sus altos directivos.
-¡Desde luego!
-¡Ah! Y nunca pensaste que quisieron meter en la cárcel a Pepe el del Popular por ladrón. ¡Infeliz!
-Sí lo pensé, y si algo hizo que lo pague.
-Pero ¡insensato! Si fueran a la cárcel todos los sinvergüenzas estafadores de guante blanco, Alcalá Meco se quedaría pequeña, aunque volvieran abrir Carabanchel.

¡Dios mío! Esta libélula es una indiscreta.

Haxa salú. ¿Cómo se llama el sujeto de las BES.V.A.?

viernes, 2 de octubre de 2009

Negocio en los museos y utópicos planteamientos

(De esta crónica dosifíquese su lectura)

Hace no mucho dos amigos de Oviedo, precisamente ésos que me introdujeron en este “cainzo”, -al que Ustedes llaman blog-, me enviaron un tema que trata sobre el marketing cultural: ¿Cómo se vende un museo? Sin embargo, nada dice ese informe de cómo hacerlo. De todas maneras son interesantes sus propuestas aún en teoría, y no seré yo quien trate de rebatir sus argumentos porque ignoro a que tipo de museos se refieren los autores de este trabajo.
(Léase: http://www.materiabiz.com/mbz/economiayfinanzas/nota.vsp?nid=42801)

Así que, An y Antuan: hablemos del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, y veamos cierta hipótesis, para mí, madre de todos los males.

Primero y fundamental: los museos según los define el “Consejo Internacional de Museos” (ICOM) reconoce como cualidad de éstos “toda institución permanente que conserva y presenta colecciones de objetos de carácter cultural o científico, con fines de estudio, educación y deleite” Por lo tanto, nos quedaremos con lo definido y no entraremos en los cuatro apartados en que este Organismo, agrupa las temáticas de los que se entiende por museos (Más adelante daremos otra definición).

Ahora veamos lo que le dice Georges Henri Rivière, autor del “Tratado de la Museología”, a Dña. A, Gruner Schlumberger, copartícipe entre otros, de este trabajo y que ella cita en el prólogo del mismo:
“Mira, pequeña, el éxito de un museo no se mide por el número de visitantes que recibe, sino por el número de visitantes a los que ha enseñado alguna cosa. No se mide por el número de objetos que expone, sino por el número de objetos que los visitantes han logrado aprehender en su entorno humano. No se mide por su extensión, sino por la cantidad de espacio que el público puede, de manera razonable, recorrer en aras de un verdadero aprovechamiento. Eso es el museo. Si no, no es más que una especie de “matadero cultural”, del que se sale reducido en forma de salchichón”.

Quiero recalcar aquí que esto lo dijo alguien hace más de treinta años. Y al mismo tiempo repetir que nunca un museo debe estar en función de las visitas que recibe, porque entonces nos convertimos en ese atractivo folclórico, que criticó con razón, Dn. Gustavo Bueno, cuando dijo lo de “etnocidio consumado”, al referirse a las costumbres populares.

Es más, yo diría que los museos debieran tener el acceso restringido: que sólo accedieran a él los interesados en su contenido. No se trata de limitar las visitas, sino que éstas estuvieran en función del “aprovechamiento” que al conjunto de la sociedad aporta. Lo demás es puro “marketing”, totalmente rechazable.

Pero podemos citar aquí, que al margen de esos principios por los que debe regirse un museo, no hay nada que le impida ser rentable. Y entendemos por rentable, aquello, que sin ser autosuficiente, no sea una carga para las arcas públicas o al menos sea leve. Y aquí si que debo hacer hincapié en esa suposición, muy particular, que cité antes.

En un País, en el que el ministro de cultura es nombrado por un presidente de gobierno, entendemos que ese cargo, es de confianza del que lo nombra; al margen de las condiciones que pueda reunir o eso que llaman currículo. El ministro nombra director de un organismo a su afín, con el mismo criterio. Aquí ya tenemos a tres implicados en algo que les puede resultar desconocido o al menos complejo. Si uno de ellos discrepa, el mismo dedo que lo nombra, coge la pluma que firma su cese. En este orden podemos descender hasta donde juzguen ustedes oportuno.

Ahora vayamos a cosas más concretas en cuanto a que un director, esté sujeto o no, a esa arbitrariedad –también en el caso de los museos etnográficos- está limitado. No por un nombramiento caprichoso, sino un poco por esa inercia e incapacidad, que comienza en los estamentos superiores anteriormente citados.
Es fácil que no lo exprese bien pero al menos trataré de hacerlo.

Por desgracia en este País no hubo nunca un planteamiento museístico serio. La cultura popular nunca preocupó en las esferas del poder. Además, tampoco influía para que aquéllos que aspiraban a ese poder les preocupase su influjo. Tanto es así, que este espacio quedó yermo y desamparado. Pero veamos:
Los museos de artes y tradiciones populares, etnográficos o como Ustedes gusten llamarles, fueron realizados por diletantes o por ilusos nostálgicos, que creían que algo se podía salvar de la abulia administrativa. Sería largo contar aquí qué motivos les movieron, y también detallar las múltiples adversidades por las que pasaron para vencer la inepcia de aquéllos, que es posible fueran tan legos en esos temas como su autor. Y lo digo así porque a éstos en realidad, lo que les ocurría es que desconocían o despreciaban este medio. Así fue y así ocurrió, y así nos vimos, ante ese individuo que por respetar o venerar su pasado, su patrimonio o su historia acaba ninguneado por un estulto poder; más preocupado, en algunos casos, por la icnología, que estudia la huella del fósil, que por la reciente historia de su padre o su abuelo. Así caemos en montajes de pluriometano y fantasía de los que no importa su rentabilidad.

La brevedad en la exposición de unos hechos no resulta fácil, al menos para mí. Por lo tanto, no me inclinaré hacia lo sucinto, porque esto conduciría a no concatenar la realidad con aquéllos que considero responsables.

Si volvemos sobre los nombramientos nos daremos cuenta que el poder es piramidal. Pero no el de una pirámide cuya base fuera un polígono de varios lados, que a fin de cuentas, daría lugar a varias “caras”. No, todo lo contrario, es tetraédrico; esa pirámide que tiene como base el triángulo equilátero y colóquese de una u otra forma, siempre es lo mismo. Esto da lugar a que la “cultura” del pueblo no se tenga en cuenta, porque el poder y “recomendados” se convierten a eso que llaman nepotismo. Este razonamiento o teoría, me condujo a pensar, que geométricamente hablando, carecería de importancia la forma regular de ese cuerpo. Sin embargo, en el hexaedro, descompuesto en pirámides cuadrangulares truncadas, el poder se situaría en el centro y no en la cúspide. Así al menos cualquiera de sus caras representarían al “pueblo”, y el hueco interior el “vacío absoluto”. En fin, algo de utopía no está mal.

Veamos esa nueva definición de museo: “institución permanente, sin fines lucrativos, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público, y que realiza investigaciones concernientes a los testimonios materiales del hombre y de su medio ambiente, los adquiere, los conserva, los comunica y especialmente los expone con fines de estudio, de educación y delectación”.

Como se puede ver no dejan lugar a la duda estos nuevos estatutos de ese Organismo Internacional de Museos. Nos sigue dando a entender que éstos no persiguen fines económicos, ni siquiera para paliar sus costes al igual que la enseñanza. Pero ya llegados aquí, veamos por qué el Museo Etnográfico de Grandas, no funciona como negocio, al que se puede añadir la falta de criterio mercantilista de su director.

Empecemos por volver a citar la nefasta pirámide, que con omnímodo poder entiende o se inmiscuye en lo que no domina.

Imagínense Ustedes cualquier consejería de una comunidad autónoma, también desconocida. El consejero o responsable, lo extraemos de cualquiera de esos lugares donde, precisamente, no tiene un brillo espectacular, ni presta un gran servicio a la sociedad que dicen sirve. Se le da autonomía para que escoja sus colaboradores (recomendándole alguno). Pueden provenir éstos de la sanidad, enseñanza o cualquier organismo, lo más alejado posible de los temas que deba resolver. Al ocupar sus despachos, se creen imbuidos de saber único que los eleva sobre los demás. A esto añadimos que manejan un presupuesto, proveniente de las arcas públicas, y con ese dinero alardean de hacer algo por el Patrimonio. Patrimonio, que por cierto, se les recomendó cuidar y no lo hacen. Entonces ¿qué hacen? Nada, convertirse en burócratas de un pomposo organismo y entorpecer la labor de todo aquél que desee hacer algo.

Hace ya más de treinta años fundé este pequeño Museo, gracias a unos amigos, responsables de la Consejería de Cultura, en la incipiente preautonomía. Cito esta fecha porque una idea no se la puede dar cuerpo cuando se expone, pero sí cuando cuenta con los avales firmes de aquéllos que creen en ti y te apoyan de forma incondicional. Así surgió y se llevó a cabo. Claro que sin ese dinero público no habría sido posible; pero una cosa es esto y algo muy distinto que se venda como favor; lo que es obligación además del ninguneo citado, que por ofensivo es imperdonable, cuando este procede de sujetos espurios.

Pero en fin, al margen de estas críticas, no exentas de un dolido resentimiento, sigamos con ese planteamiento museológico, de lo que podían haber sido centros, como en el que en este caso nos ocupa. Debe también considerarse que el tema aquí tratado, está siempre referido a la etnografía, por lo tanto no se enjuiciarían los aciertos que en otros campos hayan tenido, por casualidad, esos “responsables culturales”.

Así que para terminar empecemos: ¿Qué es un museo etnográfico más que una recreación (no virtual) de unas formas de vida tradicionales? ¿Acaso no era el conjunto familiar una unidad de producción en el medio rural? Por lo tanto, éste ¿no debe reflejar fielmente esa realidad con todos sus medios? ¿O es que podemos, por una cuestión de estética trasnochada, prescindir de aquella cabaña ganadera, que era el sustento, junto con los productos agrícolas, de esa familia troncal? ¿Cree alguien que se puede hacer una obra de teatro sin actores? Muchos dirán: sí, hacemos una “comedia” y la titulamos museo.

Al lado de la casa, el hórreo, la panera y el pajar ¿no eran acaso almacenes para los productos que el campesino cultivaba y cosechaba?

¿El molino, no era también ese mecanismo donde se muele el grano para más tarde hacer pan? ¿Debe ser estático?

El carpintero en su taller, ¿no hacía todos aquellos trabajos relacionados con la madera, que demandaba su clientela? ¿dicen algo sus inactivas herramientas en la deshabitada carpintería?

¡Ah! Y el ferreiro, que me atañe directamente, ¿Cuenta algo al visitante el inexistente crepitar del fuego en la fragua; o el sonido del yunque sobre el que se forja el hierro? ¿Y la tertulia de parroquianos puede ser evocada en los días de nieve, en una fría forxa, en la que los sus útiles, colocados en absurdos paneles, nos recuerdan que eran manejados con destreza por un fornido ferreiro? No amigos, sólo allí donde el artesano da vida a su oficio, tienen sentido las cosas y no son meras herramientas a las que, por desgracia, asociamos con el pasado.

El zapatero debía seguir en ese lugar porque nunca faltaría calzado para mantenerlo activo.
¿Qué no podría contar de la tornería, que en este caso fue recuperada por el Museo, y hoy representada por el artífice Arturo Iglesias Martínez? Gracias a él contamos con ese oficio que magistralmente recrea. ¿No es acaso un medio de producción que debiera ser explotado?
En la bodega, si no se cuida el detalle de derramar algo de aguardiente por el suelo, pierde ese olor característico el local. Como se comprenderá fácilmente, los aromas forman parte, en un museo, de esas sensaciones que el visitante percibe; donde hasta una telaraña tiene significado, porque ésta es la red donde atrapa su propietaria la mosca y otros insectos. Al ser esto así, ¿por qué no elaborar vino y destilar de su orujo “aguardiente d´a terra” para que esa sensación sea natural y real?

La cantina, el comercio de ultramarinos, tejidos, calzados y materiales diversos que se hayan expuestos ¿por qué no dar vida a esos locales, vendiendo en ellos otros productos actuales que no los privasen de lo allí mostrado?

La fábrica de gaseosas, o la de chocolate ¿por qué no se fabrican esas espumosas bebidas? Y el chocolate elaborado en esa fábrica de principios del siglo pasado, ¿no podría muy bien volver a percibirse su dulzón aroma, de vez en cuando en el Museo grandalés? Esto, junto con la recuperación de la cocina tradicional, convertiría a este Centro en un atractivo cultural y sensorial. No como algo folclórico, como se dijo al principio, sino como esa explotación natural de los recursos que antaño se producían. Además, vuelvo a repetir: un museo etnográfico es sólo el reflejo de unas formas de vida, en las que el ciclo anual es la imagen actual de tiempos pretéritos.

Pueden resultar insoportables estas continuas reiteraciones, pero qué quieren que les diga, aún después de esta machaconería, no fue tenido en cuenta el planteamiento; porque no se propone en esta tierra nuestra, hacer algo realmente serio, riguroso, respetuoso con las costumbres, y ante todo, lógico y sensato.

Es posible que este proyecto se vea descabellado en cuanto a hacerlo viable por una cuestión del elemento humano necesario; que puede aparecer como algo exagerado. Sin embargo, desde el punto de vista museológico, es factible, porque éste se basa en la realidad o circunstancia; que al igual que en cualquier explotación agrícola, ganadera o industrial, era desempeñada por personas que entendían de más de una función; como ocurría con los oficios en la mayoría de los casos.

Si Don Julio Caro Baroja, hace muchos años, tuvo la desgracia de chocar con el muro de la incomprensión “oficial”, y aun así, desarrolló el proyecto del Museo del Pueblo Español que sigue vigente, ¿cómo es posible que sigamos igual? Además tampoco será tan difícil, tomándolo como ejemplo, plantar el germen que representa más o menos el dos por cien de aquel acertado plan museológico.

¿Qué les parece si les digo que es una lástima hacer esta exposición de intenciones, por “predicar en el desierto”. Ni hechos, palabras o actos, sirven de mucho.

Por lo tanto: no hay más preguntas, conjeturas o respuestas ante el total mutismo y sordera administrativa. Claro que la falta de lisonja es una lacra para que este Museo funcione o se le preste más atención; puesto que la adulación es canto de sirenas para los son poco objetivos.

Haxa salú, que el “marketing” de nuestro Museo, no presenta problemas –queriendo-



jueves, 1 de octubre de 2009

CONFIDENCIAS. ALTO SECRETO

Desde que pasa medio siglo ya se pueden desclasificar los contenidos de los temas de “alto secreto”, sin temor a que su conocimiento desestabilice el sistema. Mantener un secreto de cualquier índole puede acarrear un problema de conciencia; o el remordimiento acaba haciendo mella en el estómago, y por lo tanto evitaremos la úlcera haciendo público lo reservado.

Los lugares y los nombres son ficticios. Cualquier concomitancia con la realidad es pura coincidencia; sólo la obra es real, junto con la desafortunada participación en tan infausto atentado al medio ambiente.

Como decía, hace ahora casi cincuenta años, nos fue encomendada la construcción de una central hidroeléctrica, en un hermoso paraje de nuestra geografía. Para llevar a cabo el proyecto recurrimos a una estratagema de la que nadie sospecharía. ¿Además quién iba a sospechar de un ferreiro, y de aquel centro de operaciones en la fragua de un taller, en el que secretamente llevábamos a cabo la construcción de componentes y mantenimiento de maquinaria? Allí, en las Lleras, en un idílico valle, urdimos las tretas más rocambolescas para que nadie se diera cuenta de nuestros trucos. Digo nuestros, porque lógicamente participaron en aquel plan, más personas; que cumplían al pie de la letra, con las funciones específicas de su trabajo, pero ignorando el fin. De este modo la táctica a seguir fue la siguiente: en un recóndito lugar de un imaginario río, al que llamaremos Pigüeña, dispusimos tres equipos de esforzados y rudos trabajadores que comenzaron un túnel. Aquella oscura boca, se adentraba en la montaña, hacia un desconocido destino, que el teodolito de los topógrafos marcaba. De manera simultánea los equipos sincronizados de la Bustariega, Llamoso o Tiblós, avanzaban en esos hipotéticos valles, en uno u otro sentido hasta encontrarse, después de años perforando las entrañas de la montaña. A veces silícia y otras en las que oscuras cavernas amenazaban con caudalosos torrentes. Estos manantiales entorpecían la labor, pero nada detenía a los técnicos alemanes y a los expertos de obras subterráneas. En un lugar desconocido al que llamaremos Sant-Iago, cerca de La Riera, construimos un gran sifón o tubo, que comunica ambas laderas, y recogía además la aguas de una vetusta central del año 1940; que es movida por el fluido de un supuesto río, al que daré el nombre de Somiedo.

Mientras se llevaban a cabo todas estas obras, y para no despertar sospechas, que vinculasen el propósito destructor, comenzamos a 25 Km. aguas abajo, en un llano paraje, donde se ubicaba la nave de la fragua, otra mastodóntica obra. Consistíó en perforar la montaña, para comunicar el exterior con una gran cámara, en la que se instalarían las hidráulicas máquinas, extractoras de energía eléctrica. Una carretera o túnel de más de 300 metros, conduce al interior de la faraónica sala, en la que ronronearían aquellos alternadores eléctricos traídos de una Grenoble ciudad francesa. Mediante una vertical chimenea, también de 300 metros de altura, se conexiona en Santafartalla, esta secreta tumba con los túneles que desde somedanos montes cruzan ocultos y sigilosos el belmontino paisaje. Nada hacía conjeturar, que la larga cripta, escavada en los subterráneos suelos, tuviera un nefasto objetivo.

Aunque en un principio mantuvimos el secreto, sólo fue para evitar la alarma social que suscitaría privar a los habitantes del valle pigüeñes de su río.

Porque verán Ustedes: Una vez que el ignoto túnel quedó terminado se procedió, mediante azudes en los cauces a desecar éstos y enviar el agua aquel estratégico lugar, para ser comercializado el producto de su energía y vendido más tarde a un alto precio. Aquel taumatúrgico acontecimiento dejó seco el lecho de un hermoso río que cruzaba un paraje inigualable y un Belo-monte. Hoy es posible que usted lo descubra, si pasa por allí en época de estiaje. Los cantos rodados de lítico y duro pedernal que antes enseñaban sus blancos lomos (hoy verdes de algas); mostrándonos, como si tratara de mesozoica época, la huella de lo que un día fue cauce de aguas pobladas de truchas y salmones. Menos mal que las Pigüéñicas aguas, devuelven su ecológico cauce al Nar-cea, 30 Km. abajo de donde fueron secuestradas; constreñido su libre y espumoso fluir, por esa tétrica y artificial caverna, que ahoga su ruidosa turbulencia invernal y nos priva de sus cantarinas aguas en primavera.

Fue tal mi remordimiento que nunca volví hacer otro salto hidroeléctrico. ¡Lo grave es el daño que un obrero, mal pagado, puede hacer!

Haxa salú.

P.D. Se hizo público ahora, porque hace pocos días salió una noticia en la Nueva España que decía se habían reunido algunos técnicos para celebrar los cincuenta años de la construcción o inicio de una central hidroeléctrica. Cualquier relación con este hecho es pura coincidencia.