domingo, 25 de diciembre de 2016

Ídolos e idolatría

Capilla del Museo Etnográfico de Grandas de Salime.
Imagen de santo Antón de xineiro, primera por la izquierda.
http://www.museodegrandas.es/el-museo/19-capilla/
FORXA DE FERREIRO

Hace muchos años que el espíritu de la Navidad dejó de tener sentido para este atribulado ferreiro. Como colofón, y para más inri, en estas fiestas se instaura el día de Reyes. Parece ser que estos personajes los cita la Biblia, aunque creo que aquel que nació en Belén debía de ser republicano, al menos sus palabras no lo asocian a un sistema monárquico. Así que, como el asunto huele a dogma de fe, no sigamos por el camino que puede molestar y no conduce a ningún lugar.
Estos porteadores de oro, incienso y mirra ni se sabe a qué país pertenecían. Se dice que son de Oriente y nada más, como si el Occidente no fuera Oriente colocándonos un poco más allá, por ejemplo en las Azores. No es por nada, pero en tiempos en que no figuraban como ilegales y eran solo trashumantes, bien podían haber dejado una dirección para la correspondencia, como cualquier pastor extremeño en tierras de León  y Asturias. El caso es que a estos entorchados señores, por esta causa, les salió un Papa Noel en el patrocinio de la fiesta por no haberla registrado.
Me preguntó mi esposa que en cuántos países se celebraba tal evento y no supe contestarle. Quiero pensar que no es más que en aquellos que practican la religión católica, y en muchos de este credo se impone el de los renos, su trineo y un barbudo y gordinflón personaje que al parecer dice: ho! ho! ho! Lo que nunca supe es si se reía o decía ¡ojo conmigo! Lo bueno que nos trae éste es que los renos, con sus semihorcas astas, son tan auténticos como los dromedarios de sus majestades. Tan mezquinos con sus regalos como la incómoda albarda de sus monturas, colocadas en la giba, poco indicadas para viajes largos. Y sin entrar en la incomodidad de su medio de locomoción, su estrella ni en los hollines de la chimenea del de rojo traje y luengas barbas, de ser unos ídolos no los saca nadie. Pero digamos algo más: para reyes, y su impresentable parentela, tenemos bastante en este país con los reales.
El fiasco de los reyes ya lo sabían hasta los niños que no tenían zapatillas que colocar en su ventana. Pero contemos aquel cuento que mi padre narraba en la fragua, Es posible que sea algo descarado, pero la sabiduría popular o la filosofía de aquel ferreiro iba más allá de la falsa imaginería eclesiástica.
Había una vez en un templo una vetusta imagen muy deteriorada. El santo en ella representado era Santo Antón de Xineiro. La polilla y el raído esmalte o su inexistente policromía, había hecho mella en la que debiera ser su cualidad como representante de aquel santo patrón. El día 17 de enero, festividad y bendición de los animales, el clérigo en la misa enumeró en su homilía todos aquellos desperfectos, y los muchos milagros que Santo Antón hacía con sus protegidos. Como el lamento se hacía todos los años, era patético el disgusto de aquel mosén. Un iconoclasta ferreiro lo escuchaba sin mucho convencimiento, pero no aceptaba de buen grado sus quejas. Decidió acabar con la penuria y  para ello ofreció al cura la madera necesaria para la nueva talla del Santo, porque, aunque hereje, al menos así cambiaría el sermón del sacerdote. Hacía muchos años que en su huerta había cortado un peral bravo o sin injertos y como su madera era la indicada para tal fin, y sobraba mucha de la reservada para la relleira del pesebre de los bueyes, le daría a la Iglesia aquélla que por sus dimensiones permitieran la talla. Así lo hizo, y al año siguiente había en aquel retablo un hermoso santo Antón para curar los animales con su milagreiro recetario. A la salida de misa volvió el párroco a dar las gracias a aquél que había tenido a bien donar el pie del peral. Después de marchar éste, dijo el heterodoxo ferreiro para que lo oyeran los feligreses:

“Santo Antón, Santo Antón
Hermao da relleira del pesebre dos meos bois
Os milagros que tú fagas que m´os colguen dos collois.”

A aquel ferreiro se le puede acusar de irreverente, pero no de idolatra con la madera que había dado como ofrenda. Sus testículos no creo que se alteraran con el peso.

Haxa salú.




jueves, 3 de marzo de 2016

Ni pueblo ni ciudad

FORXA DE FERREIRO

Fruto de la frustración o la mediocridad, suele irrumpir en la aldea el individuo que no repara en el daño que hace para sobresalir o hacerse notar. Así, en los pueblos va surgiendo una imitación de la ciudad y cuando nos damos cuenta, éste desaparece absorbido por aquello que, para desgracia nuestra, no es ni una cosa ni la otra.

Hubo un hermoso pueblo que aún hoy sigue siendo capital de concejo. Se dice de él que tuvo más de cuatro mil habitantes y, por la mala planificación política, es posible que dentro de quince años no le quede ninguno. Se veía desde la carretera general; la capital de concejo más bonita de Asturias. Hoy, ni con mucha imaginación encontraremos sentido a semejante desaguisado. La intención de imitar a la ciudad es manifiesta.

En él nació aquel esclarecido personaje que destacó como economista y político liberal, Don Álvaro Flórez Estrada. Cursó la carrera de leyes en la Universidad de Oviedo y posteriormente se trasladó a Madrid. Su “Curso de Economía Política” fue traducido a varias lenguas y le hizo merecer renombre. Fue diputado varias veces y ministro de Estado. Su espíritu liberal, y esa forma de ver la libertad política, le obligó a emigrar a Inglaterra por sus ideas que ahora, parece ser, no son compartidas por algún politicastro, partidario de intrigas que lo mantienen en el poder. Entre otras obras, escribió “Constitución política de la nación española por lo tocante a la parte militar”. 

Hasta el Dictador sabía que no hay que temer la libertad de los muertos y permitió que se acuñara un billete de veinticinco pesetas en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. El 25 de julio de 1948 fue puesto en circulación  aquel billete que honraba al insurrecto personaje.

Es una lástima que los faltos de escrúpulos hayan, con sus nuevas construcciones, ocultado su casa. Pero ¡qué harían sino todos aquéllos que tienden hacia la inmortalidad a través de sus viviendas y un gran coche a la puerta! ¿De qué se jactarían?

Hoy nuestro Flórez, tendría que volver a exiliarse en Inglaterra para no ver lo que hicieron con su pueblo…para nada!


Haxa salú

En Grandas de Salime, el 1 de marzo de 2016

lunes, 18 de enero de 2016

miércoles, 13 de enero de 2016

EL ARCO DA VELLA

FOTO: Salvador Rodríguez Ambres
Un día me explicó cierto catedrático las dudas que me embargaban respecto al espectro luminoso. Siempre creí que el color existía, y comprendí mi error cuando me explicó que los siete colores simples eran producidos por un rayo de luz al atravesar un cuerpo transparente. Hay otros aspectos más que no viene a cuento explicar ahora y no lo haré.
El arcoíris, arco da vella en su nombre popular, o como quiera que se llame aquello que aparece después de una tormenta, por lo regular en primavera y verano en esos valles a los que no sirve ir para verlo desde más cerca porque desaparece y aparece la verdad: las diminutas gotas nos muestran que sigue lloviendo es, como explicaremos, ese espectro y colorido efecto de la luz, al ser ésta la que incide sobre la atómica forma del agua. Ese sol que luce a nuestra espalda se recrea, sin querer, en la lluviosa reminiscencia que antes habíamos sufrido los que, por ahora, admiramos su colorido sin mojarnos. Sus rayos traspasan los huecos que, de día en el firmamento, forman las nubes y nosotros, embobados, nos recreamos en su fulgor y engañoso colorido. Decíamos en mi pueblo que el arco da vella auguraba un día normal. Y como en aquella y otras zonas el horizonte no está muy lejos por mor de la orografía -y porque no solemos ver más allá de las narices- el arco no es muy amplio; aunque sí es cierto que siempre lo vemos, en los extremos, en un valle en el que hay fuente como si agua fuera buscando aquel que de agua está compuesto; y el efecto luminoso lo traspasa.
Dicen, o decían hace años, que el arcoíris lo originan las nubes de las que cuelga. Tan colgado como él de las algodonosas nubes, está nuestra voluntad y la gran mayoría de nuestros actos, pues el color, si no existe por ser un efecto luminoso, nuestra conducta no es mucho más firme. Y si la luz nos engaña, ¡cómo no van a engañarnos nuestros semejantes!
Como dijo el poeta: “nada es verdad ni mentira”, aunque debiera haber dicho: lo que hay que mirar es el cristal; pero claro, como no rima no lo dijo así. 
Dicen que basta saber tres o cuatro cosas para personarte donde una urna destinada a servir de cobijo a la ignominia, a la falacia y al orden establecido por sus inventores que les sirve de justificación. Debe ser cierto porque, cuanto menos sepa el portador del sufragio, mejor para el que rige los destinos del infeliz ¡Para que vamos a engañarnos: con nuestra ignara malicia, otros se cardan la lana y se llevan sus beneficios!
Dejemos que el arcoíris nos encandile. Bello es su colorido, poco importa la mentira de su espectro. Torzamos la cara para así evitar o paliar el hedor. Siempre queda espacio para el onagro aunque no paste.

Haxa salú.