Lo dicho en el capítulo anterior apostilla y creo que da sobrado sentido a la frase del título. En este caso, además me convierte en el autor material de acontecimientos que sólo afianzan el convencimiento que me une al pasado.
Recorro y recorro ese Museo de forma mental. En él me resulta sencillo rememorar la historia de cada pieza y precisamente aquí es donde no puedo eludir la modestia. ¿Qué importancia tienen esas leyes que pueden darte derechos? ¿Es que acaso no existe algo que está por encima de esos criterios? Pero precisamente vamos a situar esta causa como inicio de la historia.
En mis, acertados o no, argumentos influyó ese exponer al tallado madero cómo habían llegado al Museo aquellos fondos. Lógicamente comencé en la Forxa, porque no podría ser de otra manera. Además allí está la fotografía de Benino, el ferreiro, trabajando en la fragua. Y seguí de esta manera:
Mira tú por dónde, estas dos sierras de metales que me dio Angelín de Vegadeo estuvieron prestando servicio en aquel taller, y eran muy apreciadas por sus interesantes servicios. Sin embargo, él que tanto empeño puso en adquirirlas para mejorar la producción ya está muerto. Fue el padre de Ángel y era un modélico artesano que fabricaba todo aquello que tenía relación con la agricultura y los medios de transporte, pero tampoco era extraño que en aquel taller no se solucionara el problema del molino o cualquier otro, de la que podríamos llamar entonces alta tecnología. Meditas sobre las ilusiones y perdidas horas de sueño de aquel hombre para reparar viejos útiles y piensas que sólo por esto mereció la pena salvaguardar esos fondos.
A su lado un importante torno, allí está estático. Es sólo otro silencioso útil de trabajo que nada cuenta. Nada dice porque sólo el animismo citado anteriormente nos hará oír su historia. Esta la intuimos, pero sabemos además por mediación del querido amigo Ángel Villa Valdés que su abuelo, llamado también Ángel, manejaba aquella precisa máquina a principios del siglo XX. Decir aquí la función de la misma resultaría ocioso o innecesario porque sólo queremos oír el relato de la leyenda que nos une a ella. Los datos técnicos, aplicaciones y uso son para la ficha que la describe fríamente. Nosotros sabemos que en esa máquina daban pedal sus hijas para que Ángel tornease. Allí aquel armero reparaba todo tipo de armas, y lo mismo salía de sus manos la pieza para reparar una bicicleta que una máquina de coser de Timoner. ¡Ah! pero no queda aquí su histórica función. Ángel puso en punto el reloj y también el arma que empuñó el minero en aquella mítica Revolución del 34. No es que esto dignifique la función de la máquina, pues nada haya más aberrante que los hombres diriman sus diferencias en un conflicto armado, pero tampoco es responsable el mecanismo de los conflictos humanos. Aquel hombre que había ganado un concurso de aprendices en la fábrica de La Vega de Oviedo pasó a fábrica de Mieres en 1920 y arremete el montaje de la Armería Villa comprando aquel torno de entre los restos o saldos de materiales procedentes de la I Guerra Mundial. Se haría muy largo narrar aquí toda esa historia; por lo tanto creo que el homenaje a su buen hacer como minucioso oficial consiste en conservar sus herramientas de trabajo. He aquí otro alegato que prueba que a los muertos no queda otra forma de respetarlos sino rindiendo culto a lo que fueron sus pertenencias; porque aunque les parezca banal, a mí me condicionaba.
Les dije cómo había sido ese éxtasis o descubrimiento de una realidad provocada, durante el día anterior, por la ira y la obsesiva idea de revancha pero, fuera el hijo del carpintero u otra causa, recapacité y vi. Sí, vi que lo único digno que debe uno hacer es aquello que ennoblezca a la persona, aunque para ello sea necesario «acotar con mortos».
Haxa salú.
Pepe, veo que tu si que sigues vivo y bien VIVO, y que sigues reflexionando y nos sigues desentrañando el pasado, y recordando a sus protagonistas humanos que no están en las fichas; hablando, en suma, con ellos (muertos) y con nosotros (vivos) de lo que fuimos y podemos seguir siendo.
ResponderEliminarTu relación con los objetos son tus manos y tu memoria: ¿pueden las manos blancas y frías del técnico sustituir a las manos del amor y del trabajo?, ¿pueden matarnos esa memoria?
No lo vamos a permitir...
SÍGUENOS HABLANDO, Pepe: que haya alguien que esté interesado en algo que no sea su mera promoción personal...
Devuélvenos la esperanza.
Si no nuestro pasado y nuestro futuro definitivamente morirán.
Si resulta que ahora casi hay más museo fuera que dentro. O sin casi.
ResponderEliminarAcabo de llegar de viaje y retomo con interés el tema que tanto nos ha impactado.
ResponderEliminarSiento no poder acudir a la conferencia que vas a presentar.
Pero te veo bien vivo y con enorme fuerza. No puede ser de otra manera la respuesta de la razón al atropello.
Y cuentas con todo nuestro apoyo y con nuestra solidaridad y cariño.
Para los que estamos siempre ofrecidos a la Virgen del "butiechu", como decimos los del otro lado del Palo, y dispuestos a unas ricas patatas de ahí, al estilo Carmita, y a un café con gotas en el Jaime, esto no ha hecho mas que empezar y como vamos para jubilados dentro de poco, espero pasar al grupo de las huestes locales, activas y batalladoras contra los infieles de la capital.
Entretanto recibe todo mi apoyo desde la distancia
Un abrazo con todos los tuyos
Es un placer leerte Pepe todo lo contrario que escuchar las sandeces de la consejera de cultura.
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