Cuando mi esposa Olga me lee los correos
electrónicos, o como se llame eso de Internet, no puedo menos que emocionarme.
Es una satisfacción sentirse apoyado por tantos amigos. Pero más que ese
sentimiento de protección es también el saber que en esta vacua sociedad, aún
quedan personas de bien. Personas que, aunque nada puedan hacer contra la
injusticia, al menos se rebelan contra ella; la critican y forman un grupo con
criterios propios. No son ese rebaño de nulidades que aplauden al carnero
porque tiene los cuernos más grandes y embiste con ímpetu contra cualquier cosa
que sea un obstáculo o así lo crea.
Dijo Einstein que sólo la estupidez
humana es infinita como el espacio. Cuando estás convencido de esta verdad, es
más fácil comprender a la chusma, que no
lo es por serlo, sino porque está mal aconsejada.
Cuando llevé a cabo el Museo de las
luchas y envidiosas cuitas, todos aquellos caciquillos locales se reían de la
idea. Cuando se convirtió en realidad, comenzaron a envidiarlo y como ya sabéis,
pusieron todas las cortapisas que a su alcance tuvieron. Es cierto que tuve
mucha suerte: los alcaldes, por ejemplo, no fueron muy inteligentes y gracias a
esa feliz circunstancia, se sacó adelante el proyecto.
Se ve que la medalla de oro a la
torpeza intelectual debe imponérsele al actual regidor. Pero no con inquina ni
resentimiento, sino por hacerse merecedor de ella; porque hay que estar muy
obcecado para no darse cuenta que el Ferreiro
no es un obstáculo para el Museo. Más bien, si hay algún impedimento es el que
él representa. ¡Qué dios le perdone por iluso! Pero, ¿saben ustedes lo que
siempre se dijo?: el más burro, para alcalde.
Y ahora, amigas y amigos, gracias,
gracias de corazón. La verdad os hará libres. Yo siempre fui soberano de mis
actos.
Disculpad que no os escriba más, pero
os gustará lo que estoy escribiendo en la actualidad. Se publicará en su día.
Haxa
salú.
¡Cuánta confabulación contra el Ferreiro!
¡Mas vive Dios que con su pan se la han de tragar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario