Los esponsales son la mutua
promesa que se hacen al casarse dos mozos (moza y mozo) o también, los no tan
mozos.
En el periplo biológico de las
personas (¿es que hay periplo entre éstas que no sea vital?) ¡Vamos….., digo
yo!
Decía que en ese viaje asiste uno
a muchas nupcias. Casorios de todo tipo y en todo lugar. Todo no, casi en
muchos sitios. ¡Creo que estuve en la boda del príncipe Andrés de Rusia!...No,
allí seguro que no estuve; porque creo que la moza se llamaba Ana, y no la
recuerdo. Sí, pero recuerdo otras nupcias; aunque algunas…..vagamente.
Antes las bodas se celebraban
en las casas. ¡Cualquiera iba a una
fonda! ¡Qué va, qué va! Se hacía en casa de la moza el banquete al medio día, y
a la noche, en casa del mozo, si éste era meirazo
(heredero de predios y trabajo) ¡Todos los otros (hermanas y hermanos), pa vestir santos! ¡No, ahora no! Van pa fuera. Bueno, pues en ese improvisado
restaurante…..se comía bien…..bueno…a veces no del todo, porque recuerdo a
cierta cocinera, que en ocasiones, se le pegaba el arroz o no subía el roscón
porque chumaba.
Al que se le subía bien era al
mozo, incluso sin beber. ¡Coño! Como se le ponía. Sus húmedos fluidos podían
mojar la corbata (si era joven) o los zapatos (si no lo era). ¡Qué banquete se
daba de conejo!…….me refiero al guisado….
Las bodas eran una bacanal.
¡Había cada batalla! (me refiero en la
mesa). ¡Si vieran que trompazos se pegaban en alguna con el pan sobrante!
Había también bodas raras, ¡más extravagantes! Contaré, contaré.
Si usted quiere, y si no, ponga al humo este relato en el blog.
El banquete es esencial a realizar una boda. Cada uno integra a su banquete la comida típica que desea.
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