Al
salir de casa, el olor nauseabundo de la depuradora me recordó la conversación de
dos porcinos en su cubil. Es interesante el diálogo de estos paquidermos
domésticos; deberíamos aprender algo de ellos.
No
sé si recordarán el extraño don que me permite oír las conversaciones de los
pájaros, los árboles y, desde hace un tiempo, la de los gochos. Me asombra que
no me hubiera dado cuenta a mi edad, y rodeado de semejantes, de los
irracionales sonidos guturales emitidos por insensatas laringes. Pero esto debe
ser normal puesto que la rutina nos convierte en tenientes de oído y esto puede
ser una suerte, para que al ser algo tardo el funcionamiento de mi conducto
auditivo y neuronal, no reaccione ante lo que oigo.
¡Ah!,
pero otra cosa es oír a un noble irracional, que además nos proporciona jugoso
y sabroso “presunto”, que diría el portugués. Lo de irracional lo digo para no
ofender al pobre animal, por alusión o concomitancia en el resultado final del
proceso digestivo.
Y
ahora veamos. No, no veamos: leamos lo que escuché no hace mucho tiempo en una
pocilga de dos untuosos gorrinos. A pesar de que se plantea un pequeño problema
porque a los cerdos no se les pone nombre como a otros animales; incluidos los
humanos en la subespecie de “racionales” con apelativo.
El
tema surgía porque en la canicular época, los efluvios de su cochiquera se
hacían insoportables. Pero para entender el coloquio recurriré al onomatopéyico
¡hof! ¡hof! porcino.
Decía
medio adormilado el que llamaremos Hof-1 al Hof-2:
-Dicen
los humanos que nuestros excrementos huelen mal. ¿Será que ellos no tienen
olfato para los propios?
-Si Hof-1. Tienes razón. No sé de dónde
sale ese insoportable olor que a nuestra cuadra llega.
-¡Calla,
calla! Hof-2, ya me decía un pariente, que murió por San Martín, que llevaba
sufriendo la fetidez desde hace años.
-¿Te imaginas Hof-1, sí el olor de
esta cochiquera molestara a los que comen jamón de Jabugo, la represalias que
se tomarían contra nosotros?.
-Bueno ¡oh! ¿Quién los vería colocar
dispositivos desodorantes para seguir comiendo? Porque esos de represalias nada
mientras engullen. ¡Y nos llaman fartones!
-¡Qué
razón tienes Hof-2! Yo tengo entendido que este hedor procede de la depuradora.
-Seguro Hof-1. Pero observa que la
de Oviedo y las de la metropolitana área que las rodea, no huelen.
-¡No
me jodas Hof-2! ¡Me vas a decir que en la capital del Principado, no huele mal,
con los que son a cagarla!.
-Sí Hof-1. Allí huele mal, pero es
otra cosa, y no molesta en los despachos; porque el mal olor en la poltrona se
soporta mejor.
-¡Coño,
es verdad! Aquí olía mal antes y mal sigue oliendo; pero… ¿de verdad crees, Hof-2,
que cuantos más son a cagarla menos huele?
-¡No digo eso Hof-1! lo que ocurre
es que hay que guardar las formas. ¿Te imaginas que alguien llegara a la ciudad
de la “cultura” y oliera mal el Piles, por ejemplo?
-Entonces
Hof-2, con eso quieres decir que si en apariencia no huele lo demás no importa.
-Más o menos, querido amigo. Aquí la
depuradora seguirá con el característico hedor hasta que las lluvias lo
remedien, como todos los años. Además aguas pluviales y fecales, para
contaminar las primeras y no depurar las
segundas.
-Pero entonces Hof-1 ¿Cuál es la
diferencia entre ellos y nosotros?
-Que
entre nosotros no hay políticos para disimular los olores. ¡Por lo demás!...
-Que incorrectos son algunos
porcinos.
¡Déjame dormir!
Haxa
salú, a pesar de la fetidez de las tufaradas.
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