Publicado el 31-07-02 en La Nueva España
FORXA DE FERREIRO
El día 14 de Mayo de 2002 me desplacé a San Antolín de Ibias, para asistir a la “Semana de la Comunicación” y conocer personalmente a Dña. Araceli González Campa y su marido D. Fernando Argenta. Hacía ya algo más de veinticinco años, que yo escuchaba a estos dos personajes en ese querido, y casi diría íntimo programa de radio que conducen de forma magistral y se llama Clásicos Populares.
No entiendo nada de música clásica. Solo me gusta. Parece ser que según el estado anímico ciertos fenómenos pueden embargarte de emoción, y quedas sobrecogido para toda la vida. Eso me debió ocurrir a mí con esta música vedada para los que carecemos de formación, o nuestro embotado cerebro no llega a captar la belleza de esas melodiosas notas.
En cierta ocasión, en la que en Grandas de Salime aun no había bancos, de los que con una caja fuerte, sin materia prima, y solo con dinero ganan dinero (con usura como judíos), me personé en casa de un comerciante llamado Felipe, para pagar una letra de cambio. El importe de aquel documento fiduciario era mayor que mis económicas posibilidades; por lo tanto mi estado nervioso era manifiesto. El corresponsal de la entidad –a la que no cito por razones obvias- debía estar harto de aplazar, aun más, mis aplazadas letras. Aquel día, antes de llamar a la puerta de su despacho oí sonar música clásica, a la que nunca prestara atención. Después de hacer efectivo el importe parcial de la letra, le pregunté a Felipe, qué música era la que oí en su tocadiscos. Me dijo un nombre que parecía ruso, y que era un concierto para dos pianos. Años después, Araceli y Fernando, contando de forma tan amena la biografía de los distintos compositores, y en algunos casos la tragedia de sus vidas, me aficionaban de forma definitiva a escuchar de cuatro a cinco de la tarde aquellos Clásicos Populares, que rompían la monotonía de mi tedioso trabajo en aquel taller de chapuzas varias. No es que me convirtiera en un entendido melómano, pero es la música que escucho a diario.
Encontrarme en Ibias, con esos dos personajes y que me fueran presentados por D. Luis Felipe Fernández García, Director del Centro Aurelio Menéndez, fue para mí halagador y emocionante. Tanto es así que en mi viaje hacia el Centro, donde se emitiría el conocido programa de radio, hice varias paradas para recoger flores silvestres, que la primavera nos brinda dadivosa, y se las ofrecí a mi platónica dama, junto con la más emocionada y cálida enhorabuena a esa excepcional pareja.
Hoy desde este periódico quiero darles, de nuevo las gracias y recomendar a ustedes que sigan desde las 16 horas, esta entrañable música que nos ofrecen estos dos genios, porque descubrirán algo realmente impresionante.
Y también ligado a Ibias les contaré una historia de hace más de medio siglo.
Haxa salú.
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