Decía que si embelesado quedara
con el ornamento y dosel religioso, no fue menos la fascinación ante la inclusa
de los expósitos/as. ¡Quedé estupefacto! Si la catedral era espléndida, el
hospicio casi competía con ella en cuanto a fulgurante.
No hace falta que explique aquí
que esto que narro es real como la vida misma. Ya saben ustedes que si pudiera
escribir novela lo haría, pero este no es el caso. No tengo imaginación para
tanto. Si fuera como ese Carlos inglés, creo que apellidaba Dickens…...¡vaya lo
que él discurría! Permítanme que les cuente:
Cuando no había casamiento y el
ayuntamiento resultaba “embarazoso” porque la parte femenina era gestante, si
eran de clase humilde debían hacerse cargo del pecado. La burguesía solía
recurrir al orfanato, donde unas madres de grandes cofias cuidaban del fruto
genético de la pareja. Se decía incluso, que los pastores (de determinadas
almas) ocultaban allí sus deslices. También parece ser que los opulentos/as
dejaban el producto con etiqueta, es decir, le asignaban apellidos, aunque para
que nadie sospechará de su bastardo linaje, junto a su apelativo aparecía el
estigma de “Espósito” ¡Menuda cruz! ¡Valía más no saber escribir! Al menos la
cruz identificaba al individuo/a y no lo mancillaba su apellido.
Así que fuera capitalista o
menesterosa la madre, el que pasaba por el “torno” de la inclusa salía con el
baldón de ser un hijo de ……madre desnaturalizada.
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