jueves, 12 de marzo de 2015

Los entuertos vistos por un ferreiro



Cuando hace casi 67 años comencé la Escuela Nacional, no podía pensar que alguna vez  iba a dejar escrito una parte de aquella experiencia educativa. No voy a exponer aquí aquellos momentos tan lejanos, pero sí dejar constancia de uno de ellos, ocurrido hace poco, que guarda relación con mi época estudiantil.

En el año 1952 pasamos a la escuela “de arriba”, o de D. Fernando Iglesias, maestro que nos daba a leer Don Quijote de la Mancha. Tenía esta novela de Cervantes aproximadamente la mitad de páginas de la edición del Quijote que manejo en la actualidad. Era, lisa y llanamente, una versión del personaje y nada más. Las dudas que pudieran surgir en la lectura, por lo del lenguaje en castellano antiguo, no eran resueltas con esta larga explicación que ahora nos aportan diversos personajes. Tenías que estar atento a la lectura que de él hacía tu compañero porque si en maestro mandaba pasar el libro, debías seguir leyendo en el mismo lugar que se había dejado. Pero no es de estos nimios detalles de lo que quería hablar.

El Don Quijote, de D. Miguel de Cervantes, en una edición de D. Francisco Rico, cuenta con la colaboración de D. Joaquín Forradellas, y el estudio preliminar de D. Fernando Lázaro  Carreter y prologado por Jean Ganavaggio, Sylvia Roubaud y Antonio Close. Es de Editorial Crítica, de Barcelona. No especifica el año de edición, pero me imagino debe ser poco después del año 2000. Se dan estos datos por una sencilla razón: desde éstas anotaciones, en la tercera página, al comienzo de la obra, y teniendo en cuenta que el resumen cronológico de la vida de D. Miguel ocupa 6 páginas, son unas 68 las ocupadas por esta otra.

Si tenemos en cuenta que las aclaraciones que al pie de página aparecen durante toda la obra (puedo decir, sin temor a equivocarme, que de las 1094 que consta casi el 30%) no son nada más que dedicadas a la aclaración de frases y diálogos hechas por estas personas citadas anteriormente, 330 páginas solo son el lucimiento personal de estos señores/as.

No digo que no esté bien y sean oportunas las aclaraciones, sino que no debieran aparecer en ésta obra por innecesarias. Superfluas, podemos decir, porque considero que en la lectura cada individuo debe buscar el significado por su cuenta, y en el lugar que considere oportuno.

Dije mal cuando anoté que no hay fecha de edición. Es del año 2001. El error de data no es grande, es mayor el de haber obviado estos datos, que como cualquiera puede esperar, están a nombre de los citados.

Haxa salú

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