Cuando hace casi 67 años comencé la Escuela Nacional, no podía
pensar que alguna vez iba a dejar
escrito una parte de aquella experiencia educativa. No voy a exponer aquí
aquellos momentos tan lejanos, pero sí dejar constancia de uno de ellos,
ocurrido hace poco, que guarda relación con mi época estudiantil.
En el año 1952 pasamos a la
escuela “de arriba”, o de D. Fernando Iglesias, maestro que nos daba a leer Don
Quijote de la Mancha.
Tenía esta novela de Cervantes aproximadamente la mitad de
páginas de la edición del Quijote que manejo en la actualidad. Era, lisa y
llanamente, una versión del personaje y nada más. Las dudas que pudieran surgir
en la lectura, por lo del lenguaje en castellano antiguo, no eran resueltas con
esta larga explicación que ahora nos aportan diversos personajes. Tenías que
estar atento a la lectura que de él hacía tu compañero porque si en maestro
mandaba pasar el libro, debías seguir leyendo en el mismo lugar que se había
dejado. Pero no es de estos nimios detalles de lo que quería hablar.
El Don Quijote, de D. Miguel de
Cervantes, en una edición de D. Francisco Rico, cuenta con la colaboración de
D. Joaquín Forradellas, y el estudio preliminar de D. Fernando Lázaro Carreter y prologado por Jean Ganavaggio, Sylvia
Roubaud y Antonio Close. Es de Editorial Crítica, de Barcelona. No especifica
el año de edición, pero me imagino debe ser poco después del año 2000. Se dan
estos datos por una sencilla razón: desde éstas anotaciones, en la tercera página,
al comienzo de la obra, y teniendo en cuenta que el resumen cronológico de la
vida de D. Miguel ocupa 6 páginas, son unas 68 las ocupadas por esta otra.
Si tenemos en cuenta que las
aclaraciones que al pie de página aparecen durante toda la obra (puedo decir,
sin temor a equivocarme, que de las 1094 que consta casi el 30%) no son nada
más que dedicadas a la aclaración de frases y diálogos hechas por estas
personas citadas anteriormente, 330 páginas solo son el lucimiento personal de
estos señores/as.
No digo que no esté bien y sean
oportunas las aclaraciones, sino que no debieran aparecer en ésta obra por
innecesarias. Superfluas, podemos decir, porque considero que en la lectura
cada individuo debe buscar el significado por su cuenta, y en el lugar que
considere oportuno.
Dije mal cuando anoté que no hay
fecha de edición. Es del año 2001. El error de data no es grande, es mayor
el de haber obviado estos datos, que como cualquiera puede esperar, están a
nombre de los citados.
Haxa salú
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