jueves, 3 de diciembre de 2009

Hoy: Permanente estética

Una vecina mía cuando le preguntaron la edad dijo que tenía sesenta y trece. Yo tengo sesenta más siete, y vi crecer las plantas después de crecidas, les contaré una de esas mutaciones que se operan en la sociedad.

Lo que ayer era signo de belleza, hoy no lo es. El cabello rizado, ondulado o simplemente agraciado, era un don. Era un distintivo de belleza física importante. Tanto es así, que se pagaba por rizarlo. Hoy, ¡para rizar el rizo! y demostrar la levedad de los imperativos de la moda, se “desriza”. Todo tipo de publicidad nos informa de los pasos y métodos a seguir, para que el pelo “luzca” lacio. Creo que hay hasta un sistema nipón que lo deja perfecto, hirsuto como el de la cabra. Además también es caro; como lo era hace sesenta… o más, hacerse la permanente. Esta consistía en lo inverso al sistema japonés. Con unos bigudíes de madera, unas papelinas impregnadas de cierto producto químico y unas pesadas pinzas, previamente calentadas en un aparato especial para tal fin, se lograba un ensortijado perfecto. Había dos tipos de enrizado: la susodicha “permanente” y el “caracolillo”. Es de suponer que de estos tipos de rizado hubiera ciertas diferencias; sobre todo en el precio. Por mi corta edad, no puedo dar información de cuál era más estético. Lo que sí recuerdo de aquellos tiempos era la canción que decía:

Te has puesto la permanente
creyendo que te casabas,
te pondrás esa y otra
y te quedarás donde estabas.
Con la permanente y el caracolillo,
se te ha llenado la cabeza toda de piojillo
La culpa la tuvo tu madre
por darle las veinte pesetas
más le valiera darle los cuartos
para comprarse unas medias.

Esta canción suelo cantarla a los visitantes que se interesan por el aparato calienta pinzas; de la que se puede deducir el costo de tan artístico peinado. Lo que sí recuerdo, cuando niño, oír la crítica que se hacia a la emperifolladas damiselas, que se rizaban el cabello imitando a las razas más puras africanas. Esto tampoco debe extrañarnos tanto, porque en la actualidad hay tendencia hacia lo mulato; y para lograr ese color se exponen al sol, cuan campesinas extremeñas, obligadas por las circunstancias. Se hacía el reproche de aquel peinado, porque las señoritas que se habían sometido al embellecimiento de sus guedejas, con rizados mechones, cuidaban que el elevado costo fuera rentable, evitando su deterioro. Por cierto, el celo que se ponía en ese cuidado consistía en eludir el lavado de sus cabelleras; y he aquí que aquella falta de aseo, convirtiera sus cabezas en un confortable habitáculo para cáncanos o piojos y sus blancas liendres. Esto dio pie al estribillo de la canción.

Cómo conseguí este aparato lo contaré otro día para ser permanente.

Haxa salú

1 comentario:

  1. Solo pensar en una cabellera selvática, poblada de piojos y llena de casposidad, sin lavarse durante semanas hace que me rasque con saña. Y estoy seguro que, ahora mismo, más de uno lo está haciendo al leer esto.

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