jueves, 3 de septiembre de 2009

La sanidad hace 50 años

Contar algo sobre nuestro pasado cuando éste no fue tampoco brillante no produce satisfacción. Fueron momentos duros, de economías de subsistencia, padecimientos y carencias de todo tipo. Esto hace más difícil imaginarse un presente en el que pueda volver a ocurrir algo parecido a ese no tan lejano pretérito, que aún recordamos aquéllos que lo sufrimos.

A base de ruegos logré, hace unos años, que un amigo hiciera un repaso a lo que fue su vida, desde que llegó a Grandas de Salime, hace ahora casi medio siglo. Logré al fin convencerlo y me pasó unos relatos de su vida sanitaria. Quiero decir la ocupación que desarrollo como auxiliar médico, e incluso algunas veces le tocó ejercer de galeno. No quiero desvelar aquí su confidencial relato porque espero que un día se pueda publicar. Sólo daré a conocer mi visión personal, en cuanto al interés antropológico que tiene esa narración.

Me desgrana José Luis Fonticiella Cerra su particular periplo desde su natal Ribadesella, hasta Peñafuente, en Grandas, donde comienza su primera actividad, en este concejo, como recaudador de arbitrios provinciales. Un viaje, que en aquel momento, le ocupó tan sólo tres días. Después de instalado en al aldea, a 10 Km. de la villa, nos relata José Luis, sus avatares y como empieza o como es requerido para su ocupación de Practicante y Comadrón. Así sabemos que atendió a 1500 partos entre Grandas, Pesoz, una parte de Allande, con sus parroquias del Valledor y hasta San Martín de Oscos.

En cierta ocasión y un parto difícil, mandó que encendieran la cocina de leña, y como improvisada incubadora, mantuvo al recién nacido en el horno envuelto en aquellos pañales de algodón hasta su recuperación. Dice este Practicante que “la gente no suele molestarte por una nimiedad. No recurren a ti si de verdad no te necesitan, están acostumbrados a valerse por sí mismos”. Es en verdad interesante su historia.

En cierto pueblo, como aún no existía el teléfono, le comunicaban el estado del enfermo mediante una sábana colocada en la ventana, y así se evitaba andar los 8 Km. que había desde la carretera. Si colocaban sábana, la evolución del enfermo era normal.

La carencia de médicos fue pauta general durante años. Tanto es así que alguno de los que se les adjudicó la plaza ni siquiera tomó posesión. Otro desempeñó su función durante 48 horas. Por cierto, alguno se hizo cargo en la Jefatura Provincial de Sanidad y ni pisó por Grandas; tal y como nos cuenta el Sr. Fonticiella.

Fueron tiempos en los que este Practicante ejercía de médico según se dijo, llamando desde la centralita de teléfonos al facultativo, que solía ser el de Boal; le explicaba el cuadro clínico y a partir de ahí comenzaba el tratamiento al enfermo. Les puedo decir que su habilidad como oculista era manifiesta. Gracia a él los cuerpos extraños que por desgracia impactaban en mis globos oculares, dado mi oficio (y ausencia, y vicio de uso de antiparras) eran extraídos con pericia, e hipodérmica aguja, en su improvisada clínica oftalmológica.

Puede decirse también, que José Luis, practicó la albeitería, como nos muestra en su relato, dada su relación con el veterinario titular y el absentismo de éste en el diario quehacer.

Quería exponer aquí una breve reseña de la sanidad hace cincuenta años, y de paso, si Vs. Ms. me aconsejan, dar más amplia luz a la historia de este “practicante”.

Haxa salú

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