martes, 15 de diciembre de 2009

Calefactores envases

¿Es posible que sólo viva uno de recuerdos? Creo que estos temas sobre el Museo me retrotraigan tanto en el tiempo, que alteren en sentido negativo, la oscura masa gris de mi cerebro. Seguro que llamar oscura a la materia encerrada en el cráneo es acertado. No recuerdo el nombre del científico o filósofo que dijo que era una da las vísceras mejor protegidas y en la más completa oscuridad. En mi caso, añado aquí ceguera, atraso y abstracción. No por nada, sino por aquello de que se niega a expresar lo que recuerdo con nitidez. ¡Y vuelta! ¿Qué importa esta vieja y limitada cabeza?

Siguiendo con esas pequeñas cosas que guarda el Museo, digamos que sólo el recuerdo de lo necesarias que fueron, era motivo suficiente para comentarlas y describirlas. Permítaseme también que el relato vaya acompañado de cierto escalofrío, producido por el recuerdo de estos útiles en los gélidos días invernales, en los que eran usados.

La casa en que nací esta situada en el bario que hoy llaman el Ferreiro. Su orientación hacia el nordeste hace que su parte posterior quede hacia el sur; en la que la ladera del monte llamado el Coto, impide la entrada del sol en el invierno. Este barrio, por consiguiente, es la zona más umbría y fría de la villa de Grandas. En esa estación del año, en que las xeladas y la niebla calan hasta los huesos, era normal ver los cristales de las ventanas con esos artísticos dibujos, que las bajas temperaturas imprimen en su condensación interior. Las mañanas se convertían en suplicio al tener que abandonar el cálido lecho. Pero: ¿qué había ocurrido la noche anterior para llegar a ese cobijo de blancas sábanas? Que el tormento había sido mayor, pensando en cómo acceder a la fría cama, en la que se percibía hasta la humedad de aquellos tejidos. De poco servía que en la planta baja la fragua del ferreiro hubiera caldeado durante el día ligeramente la estancia superior. Por lo tanto, cuanto más se alargase la permanencia cerca del hogar de la cocina, más se alejaba en el tiempo el momento de acostar el aterido cuerpo en el lecho.

Como algo providencial a esa duda estaban los elementos que servían de caldeo a la cama; que no era otra cosa que una botella con agua caliente. Esta agua, de la caldera de la cocina, debía cuidarse no excediera su temperatura a la que soportaba el vidrio, pues de lo contrario podía romperse y su contenido derramarse por el colchón, el cual no era fácil secar en el invierno. Todo el que era propietario de una botella de cerámica de ginebra, era afortunado, pues la radiación calorífica y duración era mayor. Había también otro sistema que consistía en calentar un ladrillo y envolverlo en un paño. Y lo que fue un verdadero avance en cuanto a su rendimiento, es la conocida bolsa de goma, que cuando tenía la funda de fieltro, era sentirse gratamente caldeado en las sábanas. No había en la zona los famosos calienta-camas de otros lugares, sólo el envase de latón que me dio un amigo figura entre esos elementos de caldeo.

La técnica consistía en ir empujando con los pies la improvisada estufa. Como es natural imaginarse, la posición al cobijarse entre las sábanas era de contorsión fetal; y la cabeza además de plegada sobre el pecho, debía permanecer tapada con las mantas, para que aumentase el “confort” la respiración. Sin embargo, de vez en cuando la sacaba uno ligeramente, para aspirar el refrigerado oxígeno del cuarto.

Haxa salú, y disculpen Vs. Ms. el silencio de este cainzo.


6 comentarios:

  1. Nosotros, aunque ya tenemos calefacción en casa, seguimos utilizando la bolsa de agua caliente de vez en cuando. También recuerdo las botellas... a veces perdían agua y entonces el sueño se convertía en pesadilla.

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  2. De limitada cabeza nada, cahaal, su cabeza parece ser más bien infinita. Me hizo sentir el frío de la cama apenas uno entra, la pereza de salir de un lugar caliente para meterse en las sábanas gélidas, húmedas.
    El sistema del ladrillo envuelto en un paño, alguna vez lo usó mi tía, también asturiana. Me causaba mucha gracia un método tan antiguo en un país que, en aquellos momentos era tan moderno

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  3. Aquí también usamos la bolsa hasta hace nada, pero recientemente dimos con otros dos trastos: una bolsa rellena de algo pastoso que se calienta en el microondas y que va muy bien, y un saquito, relleno éste con semillas de algo, que también va al micro.
    Oye, Pepe, a ver si escribes algo escatológico, referido a la mierda y el cagar, vaya, no a la ultratumba, que hasta hace nada (y todavía en algún sitio) se cagaba donde se podía y se limpiaba uno con lo que había.
    Aunque yo no pasé por esos tiempos (lo que no quite que evacúe en el monte con mucha frecuencia), sí que tengo oído de ciertas incomodidades de las cuales te pido que, a modo de sarcástico Quevedo, nos ilustres.

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  4. Ya no se necesitan botellas ni bolsas de agua caliente.- Los eólicos de la Sierra del Palo y los que quieren instalar en la de Carondio nos proporcionan energía barata para que nos olvidemos de esas antiguallas.-
    En el occidente astur nos lo dan todo impuesto y callamos, somos sumisos,seguimos votando....eso es lo que importa.-
    ¿Que pasaría si los molinos con los que siembran nuestras sierras se realizase en la Montaña Central o en Picos de Europa?.- ¿Que resultado darían los estudios de impacto ambiental?
    Ferreiro, si se puede, un comentario sobre ello.-

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  5. Para Bomba:

    Debo empezar citando a Cervantes, cuando el Quijote le reprochaba a Sancho el mal olor que había tenido que soportar, a consecuencia del miedo que éste había pasado, aquella noche de los batanes, que aflojó el esfínter del pobre escudero. Es posible que el tema de la defecación airee efluvios que todos conocemos; pero es amplio e ilustrativo, por lo tanto lo daré a conocer, en el momento que busque la agenda en la que hace años lo dejé escrito.
    Saludos y haxa salú

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  6. Para anónimo:
    En su día haré un nuevo comentario sobre los eólicos, aunque resulte vano. Este tema lo solucionan “arriba”, ayudados por algunos corifeos regidores, que representan la sectaria clase política. De nada sirve la quijotesca lucha contra los molinos, por más lanzas que se rompan. Desde el pico Aguión, en Salas, se divisa el Palacio Regional desde donde soplan todos los aires, que mueven las aspas de los cíclopes. El euro, es uno de los cuatro vientos que refresca conciencias. En la antigua Roma, Virgilio, decía que se protegiera a las abejas de estos vientos; creo que debía de ser para evitar su envenenado aguijón.
    Haxa salú

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