martes, 19 de enero de 2010

Cuento de chuzos

(Atendiendo a la petición que Roberto me hizo a través de un comentario suyo en la crónica “A brosa”, paso a relatar la siguiente)

Resulta que el que solicita describa los chuzos, es descendiente directo y lógicamente voy a complacerle porque era él muy niño cuando conseguí esas primeras armas. Baste decir que hace tantos años que ni siquiera había Museo en Grandas de Salime, y es posible que él jugara con esos pilum. Cuando visité Navia de Suarna por primera vez –de eso hace unos treinta y cinco años- me presentó Benito Caramés, a un amigo que tenía en dicha villa. El patronímico era Calvo, creo que por su apellido. Este industrial de la madera había descubierto que cargar su carroceta con muebles antiguos era más rentable y, con menos esfuerzo, que cortar árboles en el monte. Así que dejó esta tarea a los obreros y él se dedicó al lucrativo negocio de anticuario. Camiones cargados de todo tipo de antiguallas partían de ese hermoso pueblo, anejo a los Ancares, con destino a Italia, Francia y otros puntos de nuestro país. Calvo, vendía también al por menor; pero debía de tenerse cierto cuidado con sus mañas de pícaro comerciante, pues te podía vender una pistola o un arcabuz como antiguo y ser una réplica actual; sometida al envejecimiento, colocándola entre la sal y más tarde en la tierra. Pero sí era cierto que tenía de todo y todo era vendible para él. Si te dejabas engatusar te saldaba la Tizona del Cid, por poco dinero. Les digo que conmigo lo intentó, y la toledana espada era cierto que portaba ese nombre grabado en la hoja; lo malo es que el cromado estaba impecable. Al margen de esta anécdota, fue allí donde adquirí los tres chuzos. Claro que para esto me interesé por una figura ecuestre, de calamina, del caballero andante, Don Quijote, y una pieza de cerámica, para restar importancia a lo que en realidad deseaba adquirir. Aún así, en el remaqueo por tales menudencias le dije que había que incluir aquellas “lanzas de ferreiro” que había en el rincón. Accedió, pero para ello hube de aportar otras 1500 pesetas de entonces, que junto a lo anterior eran casi mil duros. Recuerdo con cierta agudeza a este personaje; ya fallecido el hombre en un accidente de tráfico. Fue chuzón, pero él no hacia las tizonas.

Los chuzos consisten en armas en forma de pincho o de bayoneta, que son ofensivas o defensivas. Eran utilizadas también para la caza. Son de acero y tienen un alojamiento para un largo mango de madera, que le da forma de lanza. Es de suponer que fue una de las primeras armas, aunque en otro tiempo, fueran de piedra y después de bronce. Los pilún o jabalinas romanas siguen apareciendo en los yacimientos arqueológicos. Si quieren ver algunos visiten el Chao de Samartín, en el pueblo de Castro.

Los chuzos de los serenos recuerdo que los vi en Madrid en el año 1965. Por cierto, el sereno era de Cangas; recorría la calle San Marcos, y fue también el primer sereno que conocí.

La pica o lanza, la usaban los soldados de infantería y hay un dicho popular que siempre llamó mi atención:”poner una pica en Flandes”; que no sirve para nada, clavándola en la tierra sobre su ofensiva punta. Algo como lo que quiso hacer el de Greenpeace en Copenhague, sin darse cuenta que Flandes quedaba más abajo, y que a los que contaminan no les tose nadie. Donde sí hay unas enhiestas lanzas es en el cuadro de Velázquez. Pero lo de Breda, se queda en eso: “pintar como querer”, porque magnánimos no creo que fueran los españoles. Otro lugar donde, al parecer, se clavaban erectos los chuzos, era en un cepo colocado estratégicamente a la entrada de las iglesias o templos. Tampoco me parece que fuera con el fin de que los fieles se mostrasen inermes ante el clérigo; no, más bien serían por si había cierto disentimiento con él o los oficiantes.

Las armas las carga el diablo: ¡Coloquen, coloquen de sobremango (quien la empuñe) a un botarate! Claro que hay otras armas más ofensivas: ¡Sitúe a alguien detrás de un facistol, un micrófono, déjenle redactar un periódico o manejar una redacción de TV y verá! (Los del otro atril, son esos que en campaña prometen y dicen gobernar).

Sigamos con el tema del chuzo; porque chuzón no es un chuzo grande, sino el astuto, ladino o taimado, que suele ser más peligroso. Así que miremos hacia el pasado.

Perdida en la noche de los tiempos la historia de guerras entre humanos, llegamos a la conclusión de que los que fomentan la destrucción o aniquilación de las capas más desprotegida, son individuos que incitan a ese ingenuo grupo. Es tal su evolución en conseguir la manera perfecta de matar, que el chuzo inventado para cazar, lo convirtieron los inductores a la guerra, en un arrojadizo venablo. Fue tan efectivo, lanzándolo los combatientes al unísono, que las hordas atacantes llegaron a crear la frase: “caen chuzos de punta”. Claro esto lo dijeron los que quedaban entre los espacios donde no cayeron chuzos. Los demás que ganas les iba a quedar de decir frases célebres. Miren Ustedes como sería, que los romanos, que fueron unos estrategas muy inteligentes, para evitar las tormentas de chuzos”, inventaron la táctica de poner los escudos de paraguas, -cuando aún no existían los paraguas- y le llamaron “escudo”, o la “tortuga”; porque debajo se “atechaba” la centuria. Aquel caparazón de cuero o metal, guarecía hasta una legión. ¡Claro! ¡Cada romano llevaba un escudo! Bueno, el caso es que nadie sabe muy bien porque cuando llueve mucho, o diluvia, se dice “llueve a chuzos” Para mí que la nueva frase data de cuando se consiguieron esas perfectas formas de despanzurrar a la gente; los ejércitos se volvieron blandengues, y a las gotas de agua les dieron en llamar chuzos. Son además, tan refinados, los que promueven las guerras, y con tan sofisticados medios, que desde un sofá y mediante un teléfono “rojo”, pueden activar armas, que algunos llaman de destrucción más IVA. Debe ser el impuesto de reconstrucción, incluido en el misil.

Tampoco debe extenderse uno tanto con el origen de esas frases, porque al fin y al cabo, los chuzos eran para cazar ¡Y vaya cataplines que había que poner, para esperar con la jabalina, apoyada en el suelo, a que se ensartara en ella la jabalina, o su compañero el jabalí!

Este cuento se lo pude haber contado a Roberto cuando era pequeño; pero cuando es uno joven estos detalles pasan inadvertidos. Pero también pudo ser que careciera de importancia para él. De niño no hay tiempo para nada. Lo malo es que sólo se da uno cuenta desde que se envejece.

Haxa salú.

3 comentarios:

  1. Estimado,Sr José Naveiras;
    Soy la hija pequeña de Calvo de Navia de Suarna,mi nombre es MªCruz ,me dirijo a usted para hacer una pequeña acalración sobre mi padre,más que nada,por que aunque no con mala intención por su parte,(de eso estoy segura)deja mal parado a mi padre,diciendo que,era capaz de vender una pistola o cualquier otra pieza,como antigua,siendo una réplica,sometiéndola a sal y luego enterrándola en el suelo.
    Pues bien,como yo conocía muy bien a mi padre,le diré que eso es ¡totalmente incierto!
    Mi padre era un experto en madera,y de eso entendía como nadie y como buen comerciante,trataba de comprar lo más barato posible y vender lo más alto.Así son los negocios del "trato".
    Pero en cambio,referente a antiguedades,como muy bien usted explica,no era un entendido,lo descubrió por casualidad y probó suerte,algunas operaciones salieron bien y otras no tan bien,me explico;
    No era un entendido en esta materia y ni él mismo sabía muchas veces lo que tenía entre las manos ha llegado a vender piezas de valor incalculable a mil duros y seguramente réplicas,por antiguedades ,creyendo él mismo que lo eran.Lo que si le digo es que JAMÁS DE LOS JAMÁSES ,mi padre hizo semejante "triquiñuela" de meter nada en sal,ni nada parecido.
    Cualquiera que lo conociese,sabrá que eso es del todo absurdo en su persona.
    Que al venderle haya tratado de sacarle el mayor partido a sus piezas,¡eso sin duda alguna!,¡faltaría más!,mi padre era un negociante,de eso vivía....
    También aclarale ,que no dejó de ir al monte a trabajar con los obreros hasta el mismo día de su muerte,y eso que ya había cumplido los 76 años.
    Por último,reciba usted un cordial saludo y aunque no todo era "exacto" ,le agradezco que haya recordado usted a mi padre,y no dudo que con el mayor de los cariños.
    Mªcruz López


    Un saludo

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  2. Apreciada Mari Cruz:
    Lo primero, y creo que por justicia, es pedirle disculpas por el trastorno o disgusto que pudo haberle ocasionado la historia sobre los chuzos. Si algo hay digno de elogio es que los hijos se sientan orgullosos de sus padres, sin entrar en más valoraciones. Yo soy hijo de herrero y mi padre fue un gran profesional y persona íntegra; tenía fama de gran herrador, pero es posible que a lo largo de su vida errara; yerros que si alguien los publicase también es posible me hicieran daño. Por eso que en ningún momento pensé hacerle a Usted ningún perjuicio; puesto que si así lo pensara, eludiría dar nombres.
    Sé que en los negocios sólo con sacrificio, suerte y astucia se triunfa. Por experiencia, también sé que con buenas intenciones y altruismo no se consigue el éxito; sino que al contrario: ni pagado, ni agradecido, por los que en cierto modo, se aprovecharon de las circunstancias del tonto o débil. Pero poco importa eso en una sociedad en la que se anteponen los intereses particulares a todo principio. Y dado que no me gusta hacer uso de subterfugios o argucias en las que quede velada la verdad, haré para su tranquilidad alguna matización sobre el tema; que se contó de forma anecdótica, si así quiere Usted considerar la documentación, sobre fondos del Museo Etnográfico de Grandas.

    Cité la Tizona porque el caso ocurrió con mi persona. Las armas, fueron compradas por unos amigos que visitaron a su padre QED., por mi recomendación y sólo una de éstas era auténtica. Lamenté que esto hubiera ocurrido, no sólo por el engaño, sino porque me consideraba culpable de aquel fiasco. Es posible como dice Usted, que hubieran sido adquiridas anteriormente en ese estado, pues la picaresca es mal endémico de este país.

    Seguí siendo amigo de su padre, porque aunque no lo crea, siempre admiré a los emprendedores; y me alegro, que en este caso, la sagacidad de su antecesor, pusiera en valor aquellas piezas con las que él comerciaba, y sus anteriores propietarios despreciaban. Gracias a eso hay en el Museo tres chuzos, que de lo contrario no sería fácil dar con ellos.

    Vuelvo a pedirle perdón y reiterarle que es para mí motivo de orgullo saber que adoraba a su padre.
    Queda a su disposición
    Jose Mª Naveiras Escanlar

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  3. Gracias por os chuzos. A siguiente, pa cuando teñas tempo, a ferramenta de capar bois. (non os "boys" das discotecas, os bois bóvidos)

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