Dije que no quería aburrirles con mis relatos sobre los fondos del Museo pero van a disculparme esta tendencia, porque como comprenderán, lo que trato es de documentar éstos. Si además sirven para que su entretenimiento no sea de tedio, mejor que mejor. De todas maneras, si es de hastío lo lamento. Vayan pues estos datos.
Hace bastantes años, un amigo que se llamaba Manuel Lougedo y era conocido como Louxedín de Vilarmayor -ya fallecido- al ver a fisga que yo había expuesto en el Museo, me dijo que en su casa había una. Mejor dicho no en su casa, sino en un pajar-bodega que poseía en Sanmayor. Este lugar está ya muy cerca del río Agüeira, afluente del Navia. Allí había quedado escondida, hacía muchos años, dado que el pescar con fisga estaba prohibido. Como es de suponer, Louxedín me narró la parte de la historia que él desde niño oyera contar a su padre y al abuelo. Se da la circunstancia que un hermano de su padre había emigrado a Cuba a finales del siglo XIX. Después de años en la antillana isla, vuelve este emigrante a su pueblo natal, entre 1925 y 1930. Una noche, después de la cena de los roxois, que se celebra con motivo de la matanza de los cerdos, y muy de madrugada, sale de la casa del vecino donde había sido invitado en compañía de unos amigos. Era al parecer en el mes de diciembre y la luna llena iluminaba toda la aldea. Nuestro personaje obligado a la diáspora, recordó con nostalgia aquellas noches que en su juventud, y acompañado de alguno de aquellos contertulios, bajaban a “sacar” algún salmón al río de Sanmayor, como era conocido en el pueblo; porque los ríos, se conocen en cada lugar por el nombre del pueblo o caserío por donde pasan. Y ahí tienen Ustedes que bastó el comentario del “cubano” para que se organizara la expedición de pesca. Parten ladera abajo desde la aldea, para llegar hasta el cauce de aquellas aguas donde el teleósteo y plateado pez daba fin a su periplo vital. Recogieran un trecho antes, en la bodega, la fisga y empezaron las tentativas de lance. Aún no llevaban media hora de acecho en la despejada noche, cuando son divisados aquellos iridiscentes destellos de los salmónidos. En uno de estos brillantes y rápidos movimientos, lanzó el “gallego” de cuba su fisga ¡y cual no sería su sorpresa que aquella fatídica lanzada hizo presa en los dos salmones, que frezaban y fueron pescados!
Concluye así la historia de la fisga de Louxedín. La que le sigue es breve.
Haxa salú
Hace bastantes años, un amigo que se llamaba Manuel Lougedo y era conocido como Louxedín de Vilarmayor -ya fallecido- al ver a fisga que yo había expuesto en el Museo, me dijo que en su casa había una. Mejor dicho no en su casa, sino en un pajar-bodega que poseía en Sanmayor. Este lugar está ya muy cerca del río Agüeira, afluente del Navia. Allí había quedado escondida, hacía muchos años, dado que el pescar con fisga estaba prohibido. Como es de suponer, Louxedín me narró la parte de la historia que él desde niño oyera contar a su padre y al abuelo. Se da la circunstancia que un hermano de su padre había emigrado a Cuba a finales del siglo XIX. Después de años en la antillana isla, vuelve este emigrante a su pueblo natal, entre 1925 y 1930. Una noche, después de la cena de los roxois, que se celebra con motivo de la matanza de los cerdos, y muy de madrugada, sale de la casa del vecino donde había sido invitado en compañía de unos amigos. Era al parecer en el mes de diciembre y la luna llena iluminaba toda la aldea. Nuestro personaje obligado a la diáspora, recordó con nostalgia aquellas noches que en su juventud, y acompañado de alguno de aquellos contertulios, bajaban a “sacar” algún salmón al río de Sanmayor, como era conocido en el pueblo; porque los ríos, se conocen en cada lugar por el nombre del pueblo o caserío por donde pasan. Y ahí tienen Ustedes que bastó el comentario del “cubano” para que se organizara la expedición de pesca. Parten ladera abajo desde la aldea, para llegar hasta el cauce de aquellas aguas donde el teleósteo y plateado pez daba fin a su periplo vital. Recogieran un trecho antes, en la bodega, la fisga y empezaron las tentativas de lance. Aún no llevaban media hora de acecho en la despejada noche, cuando son divisados aquellos iridiscentes destellos de los salmónidos. En uno de estos brillantes y rápidos movimientos, lanzó el “gallego” de cuba su fisga ¡y cual no sería su sorpresa que aquella fatídica lanzada hizo presa en los dos salmones, que frezaban y fueron pescados!
Concluye así la historia de la fisga de Louxedín. La que le sigue es breve.
Haxa salú
Foron dos últimos en pasar, dáballes igual morrer en SanMayor que mais arriba. De alí a poucos anos a súa descendencia iba ter que quedarse muito mais abaxo, na presa de Doiras.
ResponderEliminarPepe, la vida es injusta poque así la hacemos los vivos, y el mal hacer de algunos se hace sntir por las heridas que el mismo provoca y especialmente en personas ensibles como tú. El merecido reconocimiento a tu valía y el nivel de compromiso y esponsabilidad que has acreditado a lo largo de tu vida, pienso yo, que es un patrimio siempre preservado que nadie te podrá arrebatar. Recibe mi apoyo y solidaridad.
ResponderEliminar